capítulo 3

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Otra vez, y como siempre, llegaba tarde. Ir a cualquier sitio con una niña de cuatro años era misión imposible, sobre todo cuando se empeñaba en quedarse a jugar en el parque.

—Por favor Lucía, que llegamos tarde. — se quejó Mimi, mientras arrastraba prácticamente a su hija — Siempre igual, hija.

En cierta parte estaba acostumbrada, pero no podía evitar ponerse de los nervios en aquellas situaciones. Siempre había sido un desastre, hasta que nació Lucía, desde entonces procuraba llegar a tiempo a todas partes, aunque no siempre lo conseguía.

—¿Te has enfadao'? — preguntó la niña formando un puchero en sus labios — Siempre me dices Lu. — explicó, estaba acostumbrada a oír aquél mote cariñoso por parte de su madre, por lo que cuando utilizaba su nombre completo sabía que había hecho algo mal.

—No, cariño. Pero nos están esperando.

Mimi, viendo que su hija se pondría a llorar en cualquier momento, la cogió en brazos para andar los cinco minutos que quedaban hasta el bar.

Ninguno se sorprendió de que llegara con una niña, puesto que Ricky, por petición de la granadina, los había puesto al día. Saludó a todos con un par de besos, aunque con Miriam fue algo más incómodo. Tenían una conversación pendiente, pero no era el momento, ni el lugar.

Lucía, rápidamente, tomó asiento al lado de la gallega, y Mimi no tuvo más remedio que sentarse junto a su hija. La pequeña estaba muy emocionada, pues en contadas ocasiones salían a comer fuera, y menos con amigos de su madre. Además, sabía que su padre se llevaría una gran sorpresa al verla allí, y eso era lo que más contenta le ponía.

—Miriam, ¿quieres probar mi hamburguesa? Está riquísima. — preguntó la niña. No le gustaba sentirse fuera de lugar en aquellas conversaciones de adultos, y siempre buscaba algo de protagonismo entre los presentes.

—Lu, no molestes, por favor. — pidió Mimi, a la cual no le gustaba para nada esa actitud de su hija. Realmente no conocía a Miriam para saber si aquello iba a molestarla, pero prefería curarse en salud.

—Tranquila. — intervino la gallega — Seguro que está muy buena, pero es tuya, seguro que vienes con mucho hambre del cole. — la realidad era que hablar con la niña le estaba ayudando a distraerse. Por lo general solía ponerse nerviosa antes de cada actuación, por lo que siempre se encerraba en el baño unos minutos antes, pero parecía que ese día no tendría opción.

Al parecer, la pequeña había congeniado muy bien con Miriam, cosa que gustaba y asustaba a la granadina a partes iguales. No sabía que pasaría entre ellas y, si por casualidad, finalmente acababan mal, no quieres que su hija fuera una de las perjudicadas.

La comida fue bastante amena y dirigida, sobre todo, por Lucía, que no dudaba en soltar sus ocurrencias o contar todo lo que había hecho aquél día en el colegio. Desde que empezó con sus primeras palabras, había sido una niña muy habladora y extrovertida, igual que su madre.

El primero en cantar sería Álvaro, como pasaba normalmente. Él abría la tarde, después solían cantar alguna que otra canción juntos, y la gallega era la encargada de cerrar el espectáculo.

—Mami. — Lucía llamó la atención de la granadina — ¿Cuándo voy a ver a papá? — lo cierto era que no era la primera vez que lo veía sobra un escenario, pero ni siquiera se acordaba de la última vez, y siempre lo vivía como si fuera la primera.

—Enseguida, cariño. Cómete el helado mientras. — tranquilizó Mimi a su hija, pues era una niña muy impaciente y, si se lo proponía, podría acabar montando un buen espectáculo.

KILLA // Miriam² Where stories live. Discover now