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Marinette dejó a Chat a la mañana siguiente, sin saber qué pensar. Todo lo que él le había dicho era
—Vete—, nada más. Había sonado tan despectivo, como si nunca más
quisiera volver a poner los ojos en ella.

No tuvo mucho tiempo para desperdiciar sus pensamientos en ello, desde que el guardia Chris la empujó por la espalda con un palo largo instándola a que caminara a la fortaleza. La mueca de desprecio que mostraba le dijo todo lo que necesitaba saber, y las miradas, las risitas y los susurros de los aldeanos que la veían le confirmaron que se había difundido la noticia de que ChatNoir se había salido con la suya.

Roth la esperaba en el Gran Salón, Xavier se sentó a su derecha, y los guerreros en los que más confiaba ocupaban las otras sillas del estrado.
—Ella apesta a coito— dijo Chris con orgullo, como si hubiera sido obra suya.

Roth y sus hombres se rieron.
—Finalmente, haces algo bien—dijo Roth. —Esperemos que haya dejado su semilla en ti y le des un hijo sin voz.

Sería un legado apropiado para él.
Sus piernas se debilitaron ante su comentario. ¿Había sido por eso por lo que Chat no había entrado en ella? ¿No se atrevió a correr el riesgo de dejarla embarazada? Se amonestó a sí misma por dejar que el pensamiento la molestara. Debería estar contenta
de que un monstruo así no dejase su semilla en ella.

No era un monstruo.
¿Realmente creía eso? Si fuera un monstruo, no se habría asegurado de que ella llevara su olor. Si fuera un monstruo no habría cubierto su cuerpo desnudo con el suyo para evitar miradas indiscretas. Si fuera un monstruo, la habría tomado sin pensar, ni preocuparse y no lo hizo. Chat no era un monstruo. No podía ser... le importaba.

—Ahora dime que has aprendido algo y me habrás servido bien—dijo Roth.

Marinette no era tan tonta como para creer que la información que Chat le había dado era correcta, pero no le importaba. Roth quería algo y ella se lo daría. Ella rápidamente señaló el pan en la mesa.
Roth negó con la cabeza.
Se señaló a sí misma y de nuevo al pan.
— ¿Tienes hambre?
Ella sacudió su cabeza.

—Hazte entender—gritó Roth.
Señaló el pan de nuevo y le hizo un gesto como si lo estuviera destrozando.

Roth agitó su mano hacia ella.
—Muéstrame.

Marinette se acercó rápidamente a la mesa y con la misma rapidez arrancó varios trozos del pan. Los alineó, los señaló, y luego señaló a todos los guerreros de la sala.
—Guerreros—dijo Xavier, comprendiendo.
—Las piezas representan guerreros.
¿Guerreros de Chat?

Marinette asintió, y luego apartó la mitad de las piezas arrugándolas en su mano.
—Tiene menos guerreros de los que pensamos—dijo Roth con una amplia sonrisa.

— ¿Por qué ChatNoir le diría algo así? —preguntó Xavier con recelo y el corazón de Marinette casi se detuvo por el miedo.

— ¿Por qué si, no? —Roth se rió. —Piensa que es tonta como la mayoría, incapaz de comunicarse.

Xavier asintió con la cabeza.
—Lo has hecho bien—dijo Roth. —Ahora ve a buscar más comida, vuelve con él y averigua más.

Marinette no dudó, salió corriendo de la habitación hacia la cocina. Todos los
movimientos y el sonido se detuvieron tan pronto como ella entró.
—Vuelvan a sus tareas o veré que todos ustedes sean castigados—amenazó Myléne, y todos hicieron lo que ella dijo. Luego caminó con Marinette afuera.
El aire había cambiado. Pronto se recogerían lo que quedaba de la cosecha, la tierra cambiaría para el invierno, que pronto estaría sobre ellos. Por qué Marinette debería estar pensando en cosas mundanas que no sabía. La vida ya no era mundana, la vida era muy diferente, y ella dudaba de poder ser la misma.

ProhibidoWhere stories live. Discover now