5) Manos sucias

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La reacción es algo que se tiene por naturaleza, hay quienes tienen más refinada y los que solo se usan como decoración. Él se consideraba en más en la segunda categoría, un poco vergonzoso siendo un cazador de demonios. Por lo menos, su compañero acogió todo lo que le faltaba, y los reflejos en el parecían meditados y perfeccionados.

Cuando la esfera ornamentada se convirtió en una paleta revoltosa que se mezclaba con la brisa cómo pintura dispersa en agua, Muichiro alzó su mano para tomarla entre sus uñas no recortadas. Todo su cuerpo se echó para atrás, creando dos caminos en la tierra.

La mujer rio aún con su postura de lanzadora, se relamía presintiendo la sangre que derramarían en un momento o otro. 

—Aún no os habéis presentado, debería saber cómo nombrar la comida, vuestra cocinera es Susamaru— manifestó orgullosa de su metáfora tan mala hecha y con falta de carisma.

—Tranquila, no hace falta que lo sepas.

—Oww que cruel, no tendré piedad entonces, cuando le pones nombres a algo le tomas más cariño, pero si no tenéis seré más cruel ...

Muichiro se cansó de la cháchara innecesaria, y antes de que sacase el arma, el se había abalanzado sin pensar en las consecuencias. Sus pupilas envueltas en una cáscara dorada que se descascarillaba en su color original, y una hoja más fina que nunca.

Susamaru esquivó su puñetazo agachándose, con una mirada maliciosa, su tomó tobillo y lo giró sobre su cuerpo, su espada chocó contra la reina en un sonoro golpe seco. Aunque su expresión ganadora desapareció al momento en el que su capacidad de escucha en el lado derecho desapareció, a cambio el verde se tiñó de vino y parte del líquido desparramaba con languidez por su mejilla.

Se regeneró a los poco segundos, pero pareció ofendida, y cada vez sintió unas ansias mayores de acabar con todos.

Como una cría de gato, sujetó del cuello al azabache y lo arrojó contra la pared como otro de sus balones, ahora que el chico estaba intentando escapar de los recovecos que estaba sobre ellos se centró en el humano que la apuntaba como a una diana.

Gritar cuando ves a alguien herido era algo que no solía hacer antes, porque no solía verlo, estos últimos días sintió su garganta irritada. La preocupación lo amonestaba a cada momento, ¿era eso lo que provocaba el cariño ?, un efecto secundario posiblemente, la necesidad de que el otro estuviese bien, pero siendo lo que era y haciendo lo que hacía, era difícil tenerlo envuelto en cristal.

Su voz resonó por los patios como un eco repleto, el propio Muichiro se asustó de él, aún intentado escapar de las solidificaciones que lo mantenían atrapado. 

No tenía tiempo a ayudarlo, y él simple hecho de haber dirigido su atención a él fue un error, Susamaru debajo de su barbilla y un balón que presionaba su estómago con la fuerza de una bala, pero el impulso no lo llevó hacia atrás como se suponía, su cuerpo se disparó hacia los árboles aunque la dirección no tuviese sentido con el punto principal de la fuerza. Fue como resbalarse con la lluvia. 

La corteza no lo trató con cuidado, su estómago destruido por el imprevisto golpe, se le nubló la vista pero eso no pudo detenerlo aún. ¿Como lo dirigió a la izquierda?

—¡Yahaba !, ¿cuando has llegado ?, era mío este— se quejó alargando la última vocal.

Un hombre camino a paso dolorosamente lento hacia ellos, parsimonia lo llamaría si no acabase de escuchar su nombre. Llevaba en el cuello un collar hortera de propensas perlas oceánicas que no parecían pesar poco, aunque para alguien de su especie no debería ser nada. Un kimono pistacho que resaltaba con su piel apagada, muerta. Sus ojos permanecían cerrados, o eran muy finos como para ver el interior de la caverna.

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⏰ Last updated: Aug 17, 2021 ⏰

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