1)Un demonio de corazón amable

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Usaba la poca fuerza que le quedaba en sujetarse a la rama de raíces del árbol que creía en medio del precipicio, rompiendo las leyes de la gravedad, a punto de caer al abismo, pero sujeto por gruesas raíces a las rocas de la pared de tierra, la nieve, que posaba en la corteza, enfriaba su mano lentamente, dejándola dormida poco a poco, sentía que se iba a resbalar, presentía que iba a caer, iba a morir.

El demonio, aún en el prado, ser retorcía de dolor, con su piel hirviendo por los rayos del amanecer, su último movimiento fue tirar al cazador por el precipicio, ya que sabía que no le quedaba mucho de vida, y quería matar antes de quedarse sin esta, a modo de venganza.

Sus dedos empezaron a desistir, lágrimas brotaron de sus ojos grises, no podía aguantar más, su mano roja y ensangrentada no aguantaba su peso, y la gruesa rama empezaba a crujir, como si le estuviese hablando, avisándole de que se iba a romper y con ello, se quedaría sin vida. 

Cerró los ojos, empañados , su mano se soltó.

Solo quería que fuese rápido, y que la caída acabase rápido con el.

Pero si como de una presencia dibuja se tratase, su muñeca fue agarrada con una fuerza descomunal, apretándola sin ningún temblor, miró hacia arriba, con un ápice de esperanza en sus pupilas dilatadas.

No era un cazador de demonios, ningún compañero suyo o un aldeano que venía paseando. Un demonio, un demonio le sujetaba como si su vida dependiese de ello, a punto de caer también, agarrándose a una piedra con una mano , y con la otra, impidiendo su muerte. 

Pelo azabache y liso, tan largo que rozo su rostro en el aire, con un flequillo un tanto inusual, ojos tan nublados que apenas se diferenciaba esa fina línea tan característica que tienen los de sus especie decorando su iris, al igual que las puntas de sus mechones eran de un color azul menta, con tonos amarillentos por la iluminación de la mañana. Colmillos afilados que se apretaban debido al esfuerzo. Un rostro pálido como un papel, ya que seguramente no había sentido la luz desde hace mucho tiempo . Un haori blanco y corto, sin mangas, decorado con nubes negras de patrón.

Gruñía de dolor, tirando de él, un cuerno se empezó a formar en su frente, el sol le estaba quemado, su piel se caía, dejando ver la sangre que caía por su frente. Si te fijabas bien, los ojos del demonio también lloraban, ¿tendría miedo de la muerte?, Genya nunca pensó que llegaría a sentir dolor por una criatura como el, asesinos a sangre fría que se alimentan de las pesadillas de los inocentes, pero en su mirada sentía el dolor, el pánico, como si no quisiese dejarle morir, pero a la vez le doliese no poder protegerse el mismo de esos rayos que le estaban abrasando.

Un fuerte tirón levantó su cuerpo, cayéndose a la congelada tierra, había visto su vida pasar y en cuestión de Segundos, volver, sin tiempo a aliviarse, giró su cabeza, observando al chico de su lado, temiendo que le fuese a matar después de esto.

Se tapaba el rostro, lágrimas brotaban de sus párpados cerrados, cayendo entre sus dedos, sollozaba angustiado, ya no había árboles que pudiesen taparle, y tampoco tenía fuerzas como para levantarse, sus gemidos de asfixia mezclados con su llanto le encogían el corazón.

Quería ayudarle, no se veía capaz de dejarle morir, ¿por qué sus lamentos parecían tan reales?,¿por qué parecía alguien que no había hecho ningún mal?. Realmente ,oírle llorar, verle morir lentamente le estaba matando, pero no podía, un cazador de demonios no puede dejar a uno con vida, y menos salvarle. 

La piel pálida del ojiceleste estaba llena de sangre quemada, sus quejidos se debilitaban, aunque sus sollozos se oían con más claridad. Su pecho le oprimía, se sentía el más como un asesino que la bestia delante suya, él le había salvado y ahora le estaba dejando morir a su suerte, se podría haber escondido en el bosque pero prefirió sacrificarse por un humano, Genya se mordió el labio con fuerza, no podía más.

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