3)La ayuda de una doctora y su creación

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Rodeados por el calor de la hoguera recién montada, tomaban caldo de verdura y pollo en cuencos de madera,  aguantando los comentarios de Inosuke e intentado tranquilizar a Zenitsu, asustado ya que prevenía la tormenta. 

—¿Muichiro no come?—preguntó el chico de pendientes hanafuda. Genya sorbió un poco de la comida, pensando en la respuesta. Desde que le acogió nunca pidió alimento, ni siquiera lo tomaba cuando se lo ofrecía. La mayor parte del día, prácticamente todas los horas que el sol estaba arriba, dormía en su caja, y cuando podía salir, jugaba con la canica o con él, aunque muchas veces lo tenía que dejar solo por causa del sueño con el que llegaba tras los duros entrenamientos o por sus largas travesías a pie. 

—Creo que gana toda su energía durmiendo, por lo menos nunca ha pedido comer.

El rubio infló las mejillas, desde que conoció un poco más al demonio le empezó a tener mucho cariño, a lo mejor demasiado, haciendo que los demás empezasen a dudar de la sexualidad de este, a Genya no le hacía mucha gracia, aunque no entendía el porqué. Zenitsu solía quejarse de que estaba demasiado tiempo dentro de su caja y que cuando estaba afuera, tampoco es que le hiciese mucho caso, seguramente aún desconfiaba en él debido a los sucesos de la última vez, aunque poco a poco iba mejorando.

—Ya es de noche, sácalo y podremos ver si de verdad no come—opinó alegre de imaginarse los ojos nublados del joven.

—¡Hazle caso a Monitsu!— gritó el jabalí. Su relación con Muichiro también era, curiosa. Al igual que con los demás, estaba todo el tiempo retándole e intentado superarle en cosas que sabía que era mejor, al principio le caía extremadamente mal, y los otros tres le tenían que poner un ojo por miedo a que le hiciese algo, pero no tardó ni dos días en conseguir una relación parecida a la de dos hermanos.

Tanjiro era también muy amable con el demonio, de los cuatro podría ser como una imagen paternal, muy cuidadoso con él y prestándole atención en todo momento. Él decía que le recordaba a su hermana, una chica que tenía una extraña enfermedad que no le permitía despertar de un profundo sueño sometido, al parecer ese era el motivo de su viaje, encontrar alguna medicina para poder librarla de ese trance eterno trance.

—Supongo que podría probar...

Haciendo caso a sus compañeros, se levantó dirigiéndose al demonio, cuando abrió la puerta pudo deslumbrar al demonio adormilado, restregándose los ojos con pesadez mientras se acostumbraba a la poca luz que había. Sonrió al ver la tierna imagen, le transmitía paz su presencia, había adquirido una extraña necesidad de comprobar su estado cada poco tiempo, un método para tranquilizarse cuando estaba estresado o preocupado. Sus lentos movimientos y mente despreocupada conseguían un efecto parecido para el, en pocas semanas había comenzado a tener una especie de independencia emocional por el chico, siendo perderle una de sus mayores pesadillas.

Le brindó su mano y el otro la tomó tímidamente, sus dedos, aunque largos y finos, eran más pequeños que los suyos, pudiendo sujetar ambas manos del menor en una sola suya. Y ahora que había disminuido su tamaño, tenía extremidades más parecidas a un niño de seis años que a alguien en plena edad de estiramiento.

Miró el cielo pintado con temperas, salpicado con un fino pincel mojado en colores blancos, la brisa nocturna jugueteaba con su cabello, haciéndole reír con su mandíbula tapada con el bambú. 

Se acercó a los jóvenes, escondido detrás de Genya mientras abrazaba su pantorrilla, tapando su rostro en el como un niño arropado ante la confianza del cicatrizado, al cual consideraba involuntariamente, la única persona de su familia.

—Le prepararé una porción— aclaró el pelirrojo mientras le servía su ración ya proporcionada. Le estrechó el cuenco com una sonrisa tranquilizante, Muichiro lo tomo algo dudoso, observando el humeante líquido, sin saber muy bien como reaccionar.

OnimonogatariWhere stories live. Discover now