2)Alguien a quien proteger

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Después de una larga insistencia y muchos intentos fallidos, consiguió ponerle él trozo de bambú entre los dientes, atándoselo con cuidado.

Resultó ser que el demonio no era agresivo, cosa que ya asumía de antes, pero pudo comprobar después de haberle manipulado la cabeza mientras solo le observaba con una fría indiferencia, que desaparecía al prestarle la canica.

Curiosamente podía cambiar su tamaño a su antojo, no sabía cuánto pero lo suficiente como para caber en la caja y parecer muy indefenso, y aunque le avergonzó admitirlo, verle tan pequeño (aunque en su estado normal tampoco destacase por su altura) y con un rostro tan inocente, se le hizo demasiado tierno.

El demonio se asomó por la cesta algo adormilado, no lucía incómodo así que lo tomó por algo bueno.

—Ahora que lo pienso no tienes nombre...—, musitó cuando le iba a llamar, dándose cuenta de que no tenía manera alguna de hacerlo.

El ojiceleste no podía hablar debido al obvio motivo de que estaba mordiendo una parte de un tronco, aunque tampoco era muy conversador y no tenía claro si se había olvidado de como hacerlo después de perder su humanidad.

—Hmm—, gruñó débilmente.

—No te acuerdas ¿verdad?

Este negó suavemente, parecía haberle entendido.

Le sentaba un poco mal ponerle nombre, antes había tenido uno, sus padres habían elegido cómo llamarle, y ahora él iba a cambiar esto, no le agradaba la idea pero lo veía necesario. A lo mejor algún día podría descubrir su nombre anterior.

—M... Mui?—, propuso buscando la aprobación del otro.

Este no parecía del todo convencido, para mostrar su descontento, entrecerró los ojos.

—¿Muichiro?

El demonio se lo pensó y subió la barbilla, asintiendo con lentitud. Genya sonrió, no tenía ninguna razón de importancia para haberle llamado así, pero creía que le quedaba bien y para sus malos gustos en cualquier tema general, sentía que había tomado una buena opción.

Miró por fuera de la cueva, el sol estaba en su cien, tenían que empezar a moverse si querían encontrar algún método rápido para que volviese a la normalidad. Tomó las riendas de la caja y la levantó con cuidado, intentando no hacer movimientos bruscos para no enfadar al más pequeño.

Muichiro se acomodó en el interior, tapándose lo máximo posible de las radiaciones solares soltando suaves quejidos.

No pesaba mucho para su sorpresa. Aunque eso iba a traer problemas para su espalda en un futuro no muy lejano, esperaba que sus intensos entrenamientos a solas en las montañas fuesen de utilidad y pudiese cargar al chico por todo el viaje y no descansar de manera excesiva para no perder el tiempo.



Había llegado después de cuatro horas de viaje al siguiente poblado, el aire era pesado y las calles ajetreadas. El humo y aroma de los puestos no dejaba nada a la imaginación y el ruido de las fiestas taladraba sus tímpanos. En ese momento solo quería algo de comer y un lugar donde poder reposar. Sentía el movimiento incómodo del menor detrás suyo, acostumbrado al pacifico y silencioso bosque, las concurridas y agitadas plazas le debían ser molestas.

Un grito de profundo terror resonó en la lejanía. ¿Un demonio?, no podía ser, no atacaría aún en el atardecer con algo de luz presente, y menos con tanta población despierta cuando podría atacar en los suburbios.

Aunque todo apuntaba a que no era ningún demonio, podría ser un asesino, atracador o violador, y no podía quedarse quieto ante ese tipo de injusticias. Se dirigió al sitio donde provenía el ruido a paso rápido, temiendo llegar demasiados tarde.

OnimonogatariWhere stories live. Discover now