☆ Capítulo XV ☆

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SECRETOS Y CONDENAS

Peter daba vueltas por el campamento, yendo de un lado al otro sin rumbo fijo, pensando en que todo era muy jodido para ser real.

El peligro, la entrega, el poder, el coraje... Dios Santo, era un lío.

Él y sus hermanos estaban metidos en un caos. Solo eran niños que debían empezar a actuar como adultos hechos y honrados, como héroes y líderes de un pueblo.

Roselyn, por otro lado, era... era un caso particular. Ella ya tenía un don para desenvolverse dentro de esos embrollos.

Y seguía, y seguía, y seguía sin quitarse esa escena de la cabeza. Había vuelto con el fruto de su promesa cumplida, haciéndole frente a los riesgos sin importarle absolutamente nada.

¿Qué tenía en la cabeza? ¿Por qué arriesgarse así?

Según Aslan, ella estaba en su deber y derecho. Roselyn debía morir por ellos de ser necesario; y si también lo quería, era un empuje voluntario para cumplir.

Mas seguía teniendo la misma incógnita clavada en la cabeza: simplemente, ¿por qué?

Quizás nunca lo entendería.

O tal vez sí.

Pero... Peter no permitiría que algo le pasara. No podría llevar eso en la consciencia por el resto de su vida.

Y cerca del mediodía, antes de que Alyssa se encargara de avisar a su señora sobre la comida ya servida, se interpuso en su camino y fue él mismo a buscarla.

Tal y como esperaba, estaba profundamente dormida. Se hallaba postrada boca a bajo, aferrada a un almohadón de terciopelo. Tenía el cabello esparcido en los cojines y el colchón, no vestía más que un... un pequeño camisón, y ni siquiera se había tomado la molestia de cubrirse con las sábanas.

Aun dormida, se veía cansada.

Cierta parte de él se negaba a seguir observándola, pues no era apropiado —al menos bajo sus principios y educación— estar más tiempo del debido en los aposentos de una dama. Pero otra parte de él asumió que, tal vez, era normal sentirse... atraído por algo que nunca había tenido el gusto de contemplar.

Ella era encantadora a la vista de cualquiera con algo de cordura. Y él no sería la excepción ante el encanto.

Por todos los Santos. Quizás era joven, puede que demasiado cándido e inocente; pero era un hombre, meramente humano, en carne y hueso y con todo lo que eso conllevaba.

Atendió su curiosidad y se percató de las motas salpicadas a lo largo y ancho de su espalda, unas más grandes y otras tan pequeñas como una peca. Y en un ensimismamiento fugaz y fantaseador, creyó que podría tratarse del mismísimo cielo nocturno impreso en su piel.

Y continúo su recorrido, pasando los tirantes de seda y el encaje, hasta que sintió la sangre hirviendo bajo las mejillas.

El camisón estaba levemente, solo apenas, alzado sobre un fino liguero que aprisionaba su muslo prácticamente desnudo.

Engulló saliva. Sentía vergüenza de sí mismo por no poder, o incluso querer, apartar la vista de la chica que tenía frente a él.

Rose | peter pevensie | (EN PROC. DE EDICIÓN)Where stories live. Discover now