Capítulo 15

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ADVERTENCIA: 

Este capítulo tiene contenido relacionado al abuso, lo que puede ser un desencadenante y/o herir la sensibilidad de algunas personas. Si piensas que este tema podría afectarte, quizá deberías omitir la lectura de este capítulo de la historia. 

 

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Ed

Lele llena sus pulmones de aire y lo suelta de a poco.

—Lo siguiente que pasó fue espantoso —prosigue, aunque le cuesta—. Estaba muy alcoholizada, pero lo recuerdo bien. Unos chicos desconocidos se acercaron a mí, ellos... —Su mentón tiembla y su expresión se descompone de un modo que me alarma—. Ellos me llevaron a una de las habitaciones de la casa. No estuve asustada hasta que escuché lo que dijeron que me harían y traté de salir de allí, pero no pude. Uno de ellos me empujó en un sofá, se subió encima de mí y comenzó a besarme mientras yo forcejeaba... —Su voz flaquea, ella traga saliva con dificultad—. Grité por ayuda, Ed, pero la música era fuerte y parecía que nadie escucharía. Los otros dos estaban drogándose y observaban a la espera de su turno. Pensé que estaba perdida. Sin embargo... alguien abrió la puerta.

Mi corazón se oprime al escuchar lo que dice.

—Joder, Lele.

—Era Cory, Ed —murmura mientras más lágrimas ruedan por sus mejillas—. Él me vio allí, debajo de ese tipo y con los otros dos. Me vio y me escuchó pedirle ayuda, le supliqué que me sacara de ahí. Pero no lo hizo. «Fuiste muy clara antes. No eres mi problema». Solo dijo esas palabras y se fue.

La rabia se enciende como dinamita en mis venas, aprieto los puños con ganas de estrellarlos en las caras de esos imbéciles. De todos ellos. De Cory Morgan.

—Son una maldita basura de mierda... ¡Joder! Eso es lo que son. Y él... ¿cómo pudo dejarte allí para que te lastimaran? ¡¿Qué carajo está mal en su puta cabeza?! ¡Maldita sea! ¡¿Cómo diablos ha tenido la vergüenza de verte a la cara después de eso?!

La mano temblorosa de Lele se posa sobre mi puño izquierdo y éste se afloja.

—Él me dejó allí y por un momento creí que sería todo, pero por fortuna no lo fue. La puerta se abrió de nuevo mientras el tipo que tenía encima intentaba arrancar mi blusa, pero esta vez no fue Cory. Era Keira Williams. La misma chica que había estado evitando para complacer a Maureen. Ella estaba allí con su novio y, al darse cuenta de lo que sucedía, ni siquiera tuve que pedirles ayuda. El novio de Keira golpeó a esos tipos y ella me sacó de allí enseguida.

No puedo evitar volver a estrecharla contra mi pecho y besar la cima de su cabeza.

—Benditos sean. Benditos sean, bailarina.

Ella suelta un sollozo contra mi camisa, pone su mano en mi hombro y se echa hacia atrás.

—Keira los conocía, sabía quiénes eran ellos. Me dijo sus nombres, los tres eran de último año, jugadores del equipo de futbol americano de la universidad. —Aprieta los labios y pasa sus dedos por debajo de sus ojos para alejar la humedad—. El siguiente lunes me acerqué a la oficina del coordinador de la facultad de Bellas Artes, el profesor Ripley, para denunciar lo sucedido. Le conté lo que pasó en la fiesta, ¿y sabes lo que me dijo? —Suelta una risa sin pizca de alegría—. Que estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua. Que esos chicos ni siquiera me hicieron nada al final y que, de haberlo hecho, no podría culparlos por sentirse provocados por mi cuerpo. Me echó la culpa a mí por eso y por haber bebido alcohol, Ed. Ese ser repugnante dijo que mis tetas y mi culo eran demasiada tentación para cualquier hombre. Lo dijo con esas palabras exactas y una mirada asquerosa que me hizo correr lejos al instante.

El plan perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora