Capítulo 16

1.6K 315 293
                                    

Lele

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lele

Lunes 17 de octubre

No sé qué reacción esperaba que tuviera Edmund con exactitud, solo sé que temía la peor. Sin embargo, la forma en la que él actuó después de oírme fue más allá de lo que podía haber fantaseado como perfecto. Él dice que no hace nada extraordinario y quizá tenga razón, pero estoy segura de que no muchos habrían reaccionado como él.

Sus palabras y caricias dulces me envuelven, han instalado una sensación mullida, cálida y reconfortante en mi pecho. Ahora que Ed lo sabe todo y no me ha rechazado, todo lo contrario, quiero aferrarme a ese sentimiento. Lo quiero en mi vida, aunque el mundo entero diga que no lo merezco, aunque no lo haya contemplado en mi plan perfecto.

Apago el motor de mi auto tras aparcar en el estacionamiento cercano al edificio donde tengo mi primera clase. Cuando bajo, sin prisa porque todavía es temprano, suelto un respingo al ver a Ed aparecer a mi lado.

—Buenos días, bailarina.

—¡Ed! —parpadeo—. Hola.

­—Hola. —Él me sonríe, pone sus manos a los lados de mi cara y asalta mi boca en un beso que me debilita las rodillas. Cuando me suelta, sonriente, termino de cerrar la puerta del auto antes de volverme hacia él.

—¿No fuiste al gimnasio con Micky hoy?

—Oh, sí que fui. Vengo de allí, solo quise pasar a darte un beso y acompañarte a tu clase antes de ir a la mía.

Mis cejas se elevan.

—¿Estás seguro de querer hacer eso?

Creo que lo pregunto solo como una mala costumbre. Ed pone los ojos en blanco y luego da un golpecillo en mi nariz con su dedo índice.

—Tan seguro como que tú eres preciosa y esas dos trenzas que te has hecho son adorables. —Ed sujeta la punta de una y me da un guiño antes de alcanzar mi mano—. ¿Vamos?

El corazón me retumba contra las costillas, pero asiento con una pequeña sonrisa.

Dejo que él entrelace nuestros dedos y la calidez de su palma me reconforte mientras atravesamos el estacionamiento. La gente que está por allí se nos queda viendo. Debe parecerles un suicidio social ver a un chico actuar así conmigo. Hay quienes enarcan las cejas con malicia, otros más arrugan la cara en un gesto que grita «¡pobre hombre, no sabe en lo que se mete!» y algunos otros solo nos contemplan con gestos burlescos.

—Hey, ¡avísame cuando termines de follártela, quiero ser el siguiente! —grita alguien, pero no estoy segura de quién es porque la voz ha provenido de un grupo de cinco o seis chicos que ahora se ríen.

Ed se tensa, su frente se arruga y sus labios se crispan, pero no se vuelve hacia ellos.

Al llegar a las escaleras, subo el primer escalón y giro para verlo de frente. Espero hasta que dos chicas terminan de bajar y se alejan de nosotros para decirle algo.

El plan perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora