15- Destinados.

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Desde ese día, algo dentro de la bruja se rompió, o volviéndose a abrir. Arabella lo negaba, lo ocultaba muy bien.

Paso un par de décadas junto con Nomura, pero se marchó de la isla luego que la cambiante se fuera primero de allí.

Arabella se había quedado al menos un par de años sola, sin la compañía de nadie, a excepción de aquella voz en su cabeza que la transportaba al pasado, rememorando cada persona que se quedó en el camino, desde humanos, y no humanos. Hasta partes de ella misma que se iba olvidando recoger.

Esta vez no paso lo ocurrido en San Esteban, no, ahora fue todo lo contrario.

  Se hacia notar. Cada noche y día que pasaba era ruidosa, llamaba la atención, y no le decía no a nadie, si había dinero de por medio, estaba todo bien. Y la única condición es que ella ponía las reglas.

Hasta White, que la seguía a todos lados, y no se negaba a nada con tal de protegerla de todo, empezó a tener dudas sobre el trabajo que su familiar llevaba a cabo. Su relación cambio cuando Arabella sin querer la baño con agua helada; dejo de ser la voz de su conciencia para ser solo la gata que se transformaba en dragón para sacarla de apuros.

En 1777, Arabella amaneció, como casi acostumbraba, con un fuerte dolor de cabeza, y en una cama vacía. En una habitación que no era la suya, en alguna casa de algún pequeño pueblo costero.

El sol le daba de lleno en la cara. Todo indicaba que era mediodía, y que la noche anterior bebió hasta perder la conciencia.

-Maldición.- se quejó, cubriéndose la cara con una mano.

Salió de la cama, envuelta en una sabana un tanto blanca. Camino por el cuarto, recogiendo alguna de sus pertenencias, dejando en el camino sus quejidos. Paso por la sala sin ver y fue sorprendida por la dueña.

-¿Disculpa?- pregunto ofendida una mujer.

La rubia la vio, y su cara se tiño de rojo a causa de la vergüenza.

-Lo siento, tu...

-Viniste con mí hermana en la noche.- dijo enfurecida.-Cada día son peor las amistades de esa muchacha.

La mujer de quejo de su presencia, sin embargo, de mala forma, la invitó a desayunar. La alimento como si Arabella no hubiese comido en días, y algo de razón tenía, la brujas no paraba ni para cenar.

-Mucha gracias.- agradeció antes de marcharse.

-Como sea, no puedo dejar a una joven sin comida.- respondió y cerró la puerta en su cara.

Camino por la playa, llevando sus zapatos en mano. Lo único que quemaba era el sol en su cara, y sobre todo en su dolor de cabeza.

Fue recibida por White, que custodiaba la pequeña cabaña frente al océano. La gata que no le hablaba, le señaló con la mirada una carta que le había llegado.

-No tengo ganas de trabajar hoy, o mañana, no quiero hacer nada.- dijo mientras abría el sobre.

Tras leer un fragmento de su contenido, sonrió con entusiasmo.

-Uhhh, un baile. - exclamó.-Digo un servicio, pero no quiere discreción.

Mientras iba relatando lo que se le pedía, caminaba de una esquina a la otra, moviendo su mano libre en el aire. White solo se limitaba a verla con sus grandes ojos verdes, hasta que se durmió de tanto escucharla, pero despertó a causa del fuerte chirrido de su familiar. Cuando la vio, mas enojada que nunca, esta estaba dando saltos de alegría en el lugar.

-Es una mascarada White.- giraba en el lugar apretando la carta sobre su pecho.-Lo malo es que es en Portugal, y apesto.- alzo a la gata, que le gruño.-Lo bueno es que te tengo a ti.

Cronicas De Una Bruja- [Tales Of Arcadia, Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora