Zoológico

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A Hange nunca había ido a un lugar así, y se sentía muy emocionada. Los tíos de Levi los invitaron al zoológico a cambio de hacer de niñeras de Mikasa durante unos cursos de su empresa que tomaron. Hange de por sí disfrutaba la compañía de la niña, la habría cuidado gratis, pero les prometieron una sorpresa y era esta, nunca se decía que no a estas cosas.

En ese momento estaban en la mini granja, en donde se les permitía a los chiquillos (y Hange) jugar con los corderos y cerditos. Estuvieron ahí alrededor de diez minutos cuando los tíos de Levi intercambiaron palabras brevemente antes de que la tía Hanako llamara a Hange mientas daba pasos hacia su sobrino. Él se encontraba a penas en la puerta del lugar, atrás del punto en el que el piso de cemento se transformara en tierra, paja y estiércol.

—Pueden irse, si quieren, parece que Mikasa va a quedarse un rato —ella era la única de la familia de Levi que no llamaba "china" a la niña, y Hange y Levi tenían la delicadeza de no llamarla así tampoco en presencia de su madre—. ¿Traes tu teléfono, Levi? —Él asintió—. Bueno, entonces pueden llamarnos más adelante si quieren encontrarse con nosotros otra vez, y si no, nos vemos a las 5:30 en la exposición de insectos que está antes de llegar aquí. Les diría que nos viéramos en este lugar, pero va a estar difícil llevarnos a Mika si vuelve a ver los animales.

—¿No está bien a las 6:30? —preguntó Levi con una sonrisa que intentaba maquillar la mueca de asco que llevaba desde que sintió el olor de la caca de animal.

—Deja hablo con tu tío y te digo —respondió Hanako volteando los ojos—. Te hablo veinte minutos antes de irnos y no es negociable.

Levi sonrió, y tomando el brazo de Hange salieron del establo, hacia los pequeños lavamanos diseñados para egresados del maternal.

—Lávate las manos, cuatro ojos. Hueles a mierda.

—No tienes que ser tan grosero —le respondió ella al tiempo que se agachaba para lavarse en un minúsculo lavabo.

—¿Por qué no usas uno normal, fenómeno?

—Porque siempre tengo la oportunidad de usar los grandes, pero no sé cuándo voy a poder usar uno chiquito. —Hange ignoró el suspiró de Levi y terminó de asearse. Tal vez volteó demasiado rápido porque se topó con la mirada profunda y la sonrisa de lado que le dedicaba su novio sin querer—. ¿Qué me miras, ojitos soñadores?

Como siempre, Levi se sobresaltó, molesto por no poder verse genial (o tan genial como él creía que se veía cuando andaba de sangrón) por unos segundos. Se metió las manos en las bolsas y le dio la espalda a Hange.

—Solo estaba esperando que dejaras de oler mal para ya poder besarte.

Hange sonrió y se acercó a él de un par de saltos para después darle un beso en el pómulo, y fue entonces que Levi sonrió también. Hange sugirió ir primero a la exposición de reptiles. Al estar detrás de vidrio quizá su novio no haría cara de culo en ese sitio.

—Bella e inteligente —le dijo él, atrayéndola de la cintura mientras se dirigían al lugar.

Hange se retorció, incómoda ante el cumplido, pero había aprendido a no rechazar las pocas palabras bonitas que Levi decía de vez en cuando. Sabía que le costaba dar a entender con palabras lo que tan fácil comunicaba con ademanes, gestos y gruñidos, así que trataba de no cortarle las alas.

En la exposición de los reptiles estuvieron una buena parte del tiempo jugando una especie de "¿Dónde está Waldo?" en el que competían por ser los primeros en encontrar a las serpientes camufladas entre las plantas. 

Se llevaron una buena hora ahí, encontrando los animales en sus escondites, y terminaron por salir de la exposición para ir por bebidas. Como era de esperarse, al estar dentro del zoológico eran carísimas. Salió más barato comprar sodas de una máquina que botellas de agua, para molestia de Levi que odiaba las bebidas azucaradas. Era de esas personas que toman agua mineral sin nada.

Semana LeviHanWhere stories live. Discover now