Capítulo 10 | Mentiroso

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 Lyanna.

   El clic de las esposas es como el saludo de un viejo amigo. No conozco a los escoltas que me acompañan, pero estoy segura de que ellos sí me conocen a mí por las miradas que me lanzan cuando creen que no estoy observándolos.

No sé en qué punto me perdí. No sé en qué momento, exactamente, dejé de ser Lyanna Smith... la sobrina del comandante y la esperanza de la humanidad. Sólo sé que ahora soy Lyanna Falkenrath, que poseo un poder capaz de destrozar al mundo entero y que todo lo que quise alguna vez está enterrado.

El sol provoca que los ojos me ardan. En la cabaña me abrazaba la oscuridad y mi única compañía eran mis pensamientos. Me sentí muy sola, y aunque es irónico, el exterior me hace sentir de la misma manera aunque haya pasado años entrenando en este mismo patio.

El Edificio Principal sigue de pie, aunque ahora sus columnas están reforzadas con ladrillos y el techo se encuentra compuesto de vigas de acero que despliegan un mástil en el medio, con la bandera de la Legión de Reconocimiento meciéndose con el viento de primavera.

<<Y no puedo evitar preguntarme qué pasó con mis cosas. Si dentro sigue habiendo un lugar ahí, mío. Si todavía esa pintura y ese libro siguen allí.>>

—¿Podrían decirme al menos hacia dónde diablos estamos yendo? —le pregunto al escolta que ni siquiera intenta disimular su asombro. Tiene los ojos muy abiertos, el cabello caoba despeinado hacia diferentes direcciones y los pies se le entorpecen cuando intenta mirarme mejor.

—C-Claro... La carpa...

—¡Floch! ¡Se supone que no debes hablar con ella! —cuestiona el otro soldado, lanzándole una mirada de atención.

Pongo los ojos en blanco.

—Voy a enterarme de todos modos, ¿no? No tiene sentido que intenten ocultármelo si dentro de minutos voy a estar allí. ¿Acaso alguien les dijo que no hablen conmigo?

Se mueven incómodos y se quedan callados hasta que llegamos a uno de los tantos edificios nuevos que decoran el patio. Por alguna razón, que haya menos espacio donde caminar me hace sentir asfixiada. Quizás se debe a que éste lugar en concreto parece construido a los apurones, pero aun así mantiene una concordancia con el diseño de las otras cabañas. Incluso cuelga en la entrada un pequeño mástil con otra bandera. No me gusta. Los nuevos diseños me recuerdan a la arquitectura de Marley, es como si alguien les hubiese mostrado cómo es allí.

Hacerme esperar tampoco me gusta. Estamos quietos en la entrada, con este calor y en silencio, como si estuviesen demasiado ocupados para atendernos. Estoy por decirles que me voy y que le den explicaciones a la nueva comandante, pero al final termina saliendo Einer. Cuando me ve, abre los ojos y se queda mirándome durante unos segundos, como si le fallara la vista.

Es como la primera vez que me convertí en titán.

—Así que estás viva. —Es lo único que me dice.

Me encojo de hombros. Tiene el cabello un poco más largo y una barba incipiente recorriéndole la barbilla y el bigote. Así le queda mejor. Siempre me pareció que tenía un cuerpo adulto y varonil comparado a la cara de bebé que la falta de barba le hacía.

También está más alto, pero sigue manteniendo esos ojos solitarios. Asiente con la cabeza, sin más, y nos indica que pasemos. Es una única habitación, pero tiene el tamaño del comedor entero. En las paredes hay cuadros, afiches relacionados con tecnología y mapas y estantes con múltiples libros de diferentes tamaños.

Tanto en la parte izquierda como derecha hay dos filas de sillas de madera, y casi en el centro un estrado que me recibe con desconfianza y seriedad. Tampoco lo esperaba de otra manera. Hay soldados tanto de la Legión, como de las Tropas Estacionarias y la Policía Militar.

Tan libres como lobos hambrientos [3] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora