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- ¡Le doy la más cordial bienvenida al palacio princesa Hyuna! -la princesa regalo una sonrisa a quien le daba la bienvenida, ni más ni menos que el mimo emperador.

-Es un honor poder visitarlos -mencionó realizando una pequeña reverencia con la cabeza.

Doyoung estaba detrás de su padre, tenía un mal presentimiento, había escuchado los diferentes rumores que se habían creado con respecto hacía aquella omega, todos sabían que ella no tenía alguna clase de lazo del destino, todo debido a sus actos, además de su actitud tan mala hacía los demás, pero está vez se veía como la omega más feliz en todo el lugar.

- Permitame presentarle a mi hijo, el príncipe Doyoung -la omega dirigió su vista hacía aquel príncipe, el omega de inmediato le dedico una sonrisa débil.

-Un honor conocerlo príncipe.

-El honor es todo mío -aunque claro para Doyoung no lo era del todo.

- Permitanme darles unos regalos, he escuchado que ha reclutado a una nueva guardia -la princesa le habían brillado los ojos al decir aquello, Doyoung no paso desapercibido el total interés de la princesa.

- Por supuesto -respondió su padre.

-Eso es más que fantástico, e traído unos obsequios para ellos.

De inmediato el rey mando a llamar a la guardia, los tres alfas junto al beta se acercaron esperando que hubiera alguna clase de mandato, pero en cambio a sus manos llegaron los obsequios, todos eran distintos, Taeyong recibió una daga con empuñadura a base de madera de caoba, Taeil había recibido un arco de lo más resistente, Yuta había recibido un libro de pasta dura gruesa, mientras que Youngho había recibido unas galletas caseras.

Todos quedaron en gratitud al recibir tales obsequios.

La princesa se había quedado allí por un par de horas, de vez en cuando miraba hacía el alfa líder quien aún no había probado bocado alguno de las galletas, y en verdad quería que lo hiciera, debía admitir que la hechicera Sooyoung tenía total razón al haber mencionado que ese alfa es apuesto y perfecto para ella.

Ni siquiera podía imaginar que un príncipe como Kim Doyoung pudiera estar enlazado a un alfa tan varonil como aquel, el alfa líder, el más fuerte, el mejor.

Cuando por fin habían terminado de tomar algo de té mientras disfrutaban de la platica entre ellos, la princesa se retiro, Doyoung por fin se sentía aliviado de ver que ella se fue, había notado como miraba a Youngho, pero por supuesto el alfa no le prestaba nada de atención, lo que lo hacía sentirse incluso más aliviado.

- ¿Gusta que lo escolte a su habitación, príncipe? -el omega miró hacía el alfa líder quien se mantenía en un semblante serio.

- Me encantaría que lo hagas, Youngho.

Ambos siguieron su camino por el pasillo que conducía hacía la respectiva habitación del príncipe, Youngho había notado que Doyoung estaba más concentrado en sus pensamientos, y eso le preocupaba.

-¿Pasa algo, príncipe?

- Nada -pero claro que estaba pasando algo, estaba asustado, como si algo dentro de él le estuviera diciendo que no debía alejarse de Youngho ahora mismo, que no debían de estar separados está vez, que debía de ver todo lo que hace, no entendía porque se sentía de aquella manera, pero tal vez solo eran imaginaciones suyas, debía dejar de preocuparse-. No te preocupes, solo estoy algo cansado.

-¿Quiere que pida un té de hierbas para que se relaje, príncipe?

- No, descuida, estoy muy bien -Doyoung divisó su habitación-, será mejor que duerma un poco.

- Está bien, príncipe, si necesita algo, no dude en decírmelo.

- Gracias, alfa -Doyoung le regalo una sonrisa al alfa líder, y por primera vez había sido correspondida, haciendo al omega sentirse tan cálido en aquel momento.

- Descanse.

Youngho se retiro.

Su camino siguió hasta dar con su habitación, y cuando entro se percato del regalo que la princesa le había dado, suspiró, se preguntaba por qué a él le había dado galletas, no es que sintiera algo de envidia por los regalos de sus compañeros, pero se sentía algo extrañado, pero lo agradecía, apenas y había probado un bocado en todo el día, así que unas cuantas de esas galletas no le harían nada mal.

Youngho dió un mordisco a una de ellas, cuando por fin la trago, una tos inminente lo ataco de repente, haciendo que se inclinará hacia adelante, no lo entendía ni siquiera se había atragantado, con cuidado se sentó en el suelo, se sentía mareado, demasiado, colocó su mano sobre su frente, no se percato que sus ojos brillaron en un rosa brillante, y cuando estos dejaron de iluminarse, se desmayo en el suelo.

El lazo del destino había sido completamente destruido y enlazado hacía alguien más.
















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El Omega que no quería a su predestinado/ JohndoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora