Capítulo 68

27 0 0
                                    

—Bien, este es el plan: vas al bosque, conoces a Ti y Chai, les pides que te enseñen Woo Foo, aprendes de ellos, controlas tu poder, logras controlar los viajes en el tiempo, y nos devuelves a nuestro tiempo.

Marcelo se encontraba junto a Pablo y Yuri en el jardín trasero de la casona de los Swart. Era una agradable mañana de primavera, y el jardín se encontraba tan sobrecargado de flores que le acarreó al caballo una alergia que no sabía que tenía. Aunque trataba de ocultarlo, el caballo no podía detener su romadizo ni sus estornudos esporádicos. Los tres se encontraban en un rincón sentados en el suelo, mientras el caballo le explicaba su idea a la pequeña.

—¿Qué? —preguntó la pequeña rascándose una mejilla mientras se sentía totalmente perdida.

—Oye Marcelo, ¿no crees que esto sería un tanto peligroso para ella? —intervino Pablo con nerviosismo—. Además, se supone que ellos son los malos.

—¿Tienes una idea mejor? —espetó el equino frunciendo el ceño—. Esta niña tiene el mayor poder Woo Foo del mundo en este tiempo. ¡Es nuestra última esperanza! —agregó apuntando al lugar en donde se encontraba la pequeña.

Al voltearse, ambos se percataron de que la conejita no se encontraba en su sitio. Ambos se miraron entre ellos alarmados por su repentina desaparición.

—¡Ven aquí, ardillita!

El felino y el caballo se voltearon hacia el origen de la voz. Pudieron ver a Yuri perseguir a una ardilla, quien traía una bellota entre manos. El roedor era muy ágil y veloz, pero Yuri parecía estrechar el margen de ventaja. De un salto, se elevó hasta la copa de un árbol. Para la coneja tampoco fue problema, y saltó hasta la cima. Se pudo observar que el árbol se agitaba violentamente. Tras unos breves segundos de incertidumbre, Yuri bajó de un salto con la ardilla entre sus manos.

—¡Qué linda eres! —exclamó con ternura mientras la apretaba con fuerza en un abrazo. El roedor parecía sufrir mientras intentaba zafarse de las garras de la conejita.

—Creo que podremos probar algo antes —le comentó Marcelo al felino poniéndose de pie—. ¡Hey Yuri! —gritó agitando un brazo.

—¿Qué pasa? —la pequeña se acercó con una rapidez vertiginosa y le regaló una mirada de curiosidad. Aún tenía a la ardilla agarrada del cuello.

—Este —el caballo observó para todos lados, percatándose que el roedor que la pequeña traía entre manos aún mantenía agarrada con firmeza su bellota. Inmediatamente se la quitó de un tirón—... mira atentamente esta bellota.

Se la acercó a la pequeña prácticamente hasta tenerla delante de sus narices. La conejita llegó a quedar bizca siguiéndola con la mirada. Marcelo tocó la punta del fruto con su índice y esta comenzó a brillar hasta cubrir completamente la bellota con una capa de un dorado pulcro.

—¡Wow! —exclamó asombrada soltando a la ardilla, la cual escapó sin dejar huella.

—Quiero que me la regreses —le pidió el caballo antes de lanzarla hacia una enorme pradera.

La bellota fue disparada como un bólido por los aires. Pablo observó su trayectoria con atención hasta verla caer tras unas colinas. Por lo menos eran unos diez o quince kilómetros desde donde se encontraban.

—¡Voy! —exclamó Yuri antes de literalmente desaparecer del lugar. Solo quedó una nube de polvo como recuerdo.

Antes de que la nube de polvo desapareciera por completo, la pequeña ya estaba de regreso.

—Aquí está —anunció mostrando la bellota sobre su palma abierta.

Ante la repentina aparición, Pablo se cayó al suelo y retrocedió asustado. Marcelo observó impresionado la bellota, percatándose que se trataba de la suya.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora