1 {Universidad}

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La espera era bastante larga, jamás creí que tendría que hacer tanto trámite para matricularme en la universidad. Cada segundo que pasaba se robaba mis ganas de estudiar. Tal vez solo debería conseguir un trabajo de tiempo completo y que la vida me pase por encima.

Caminé hasta el módulo número ocho y dejé sobre el escritorio mis documentos de inscripción. Mi pie se movía solo debido a los nervios que estaban acumulándose en mi interior. Aquella mujer mayor me estaba haciendo bastantes preguntas personales, que claramente, debía hacerme para poder terminar mi registro, pero... ¡Diablos, odio hablar!

Casi una hora y media después pude salir de allí, a paso acelerado, ya que mi batería social estaba gastándose. Creo que fue una pésima decisión venir aquí, había tanta gente repleta de energía y amabilidad, que me causaba escalofríos. Me subí a preciado automóvil clásico, por no decir viejo a punto de desarmarse. Puse la marcha inicial para salir de allí rogando que el motor no se detuviera, no quería causar espectáculo alguno, incluso si lograba pasar desapercibido los cuatro años de carrera sería un éxito para mí.

El camino a casa fue placentero, tranquilo y muy agradable, a pesar de que la radio ni la calefacción funcionaban me sentía a gusto en aquel vehículo tan... mh, ¿hogareño?

Supongo que esa palabra lo describiría bien, ya que combina a la perfección con mi pequeño departamento. Los ahorros que tenía para marcharme y conseguir una casa más acogedora los acababa de desperdiciar en pagar la colegiatura. Ok, debía dejar de arrepentirme por aquella decisión, fue una promesa y la debo cumplir.

Entré quitándome mis zapatos sucios, caminé hasta el sutil altar en memoria de mi madre y le sonreí avergonzado recordando todo el escándalo que traían mis pensamientos. Me disculpé con ella haciendo una leve reverencia y finalmente le hablé.

- ¡Ya he vuelto a casa! Hice lo que te prometí. Comenzaré a estudiar en un par de semanas. Creo que tendremos que quedarnos en este lugar un poco más y ya buscaremos otro sitio donde ni tu ni yo pasemos frío.

Mencioné para luego alejarme de allí y echar un vistazo a todo el panorama. Tampoco era tan malo, sólo había algo de humedad en las paredes, tabiquería desgastada, muebles al borde del colapso, pero era mi espacio y al final del día me hacían sentir en casa, muy cómodo.

Me deshice en el sofá cerrando los ojos unos segundos, comencé a pensar en todas las opciones posibles que podrían pasar en mi primer día de clases. Mis pensamientos iban desde desmayarme si alguien me preguntaba el nombre o que se me incendiara mi camiseta por causa de alguna sustancia química que un loco estudiante de ciencias me lanzara encima. Esas cosas podían pasarme, claro que sí. Aquellos segundos se transformaron en horas en el sofá donde el sueño me ganó la batalla. Cuando por fin desperté y me reincorporé me di cuenta de que llegaría tarde al trabajo.

Maldije y tomé mi abrigo saliendo rápidamente de casa, ni siquiera me dio tiempo de comer algo antes. De seguro la comida del refrigerador se pondría mala esa misma noche.

Así pasaron los días y las semanas, seguía mi rutina, la cual me acomodaba bastante. Incluso tuve tiempo de ir al mercado y traer fruta, estaba seguro de que mi madre se había pronunciado en uno de mis sueños para regañarme por mi mala alimentación, así que no había más remedio que ir y abastecerme de comida.

Ordené las cosas en la alacena y luego caminé al baño con la intención de mezclarme con las tibias gotas de agua que caían de la regadera. Cerré los ojos y relajé los hombros. Necesitaba toda la ayuda posible para darme ánimos, mañana sería un día especial y no quería sobre analizar demasiado las cosas. Debía estar fresco.








FAITH (믿음)Where stories live. Discover now