Capítulo 1: El final que abre un caótico inicio

71 8 1
                                    

Mis días nunca se habían caracterizado por ser emocionantes o singularmente únicos. Aunque, puedo asegurar que el conocido 'no soy como otros chicos', estaba lejos de ser mi principal rasgo.

Un poco lamentable, a decir verdad. Al menos así trabajaría todos los días con la idea que vine al mundo a protagonizar una especie de novela juvenil.

¡Qué se yo!

En cambio, la palabra correcta que definía todo, era monotonía. Una donde cumplía otro año, terminaba un grado, ingresaba a otro, se presentaba uno que otro cambio físico y así me iba.

Pero... Algo cambió.

Ese día, era ridículamente frío, tanto así que estuve a punto de gritar al coordinador Izumi que se guardara sus palabras de bienvenida y guiara nuestros congelados traseros al salón. Sin embargo, no pude realizar mi cometido ya que una presencia ocultándose tras la regordeta anatomía del coordinador, me hizo parar.

Marie apareció, luciendo hermosa con esas mejillas rosadas y tiernos ojos. Portando el incómodo uniforme, como la prenda más exclusiva del mercado. Y con una dulce voz que emanó la más pura vibra que haya visto jamás.

Permanecí estático, hasta que un rápido movimiento por parte de Erwin Smith, logró descolocarme.

Tal como un príncipe azul rescatando a la indefensa princesa, se acercó a Marie tendiéndole su abrigo, con la excusa de presentarse como el presidente grupal.

¿La reacción de Marie? Sonrojarse hasta parecer un tomate mientras aceptada la prenda con gentileza.

¿La mía? Apretar tanto la mandíbula que casi pude escuchar mis dientes rechinar.

Desde ese momento, mi aburrida rutina se quebrantó. Fue a raíz de ese incidente, que mis días comenzaron a ser caóticos, llevándome hasta donde me encuentro ahora, justo a unos diez metros de dónde Erwin y Marie yacen al centro de la multitud que grita eufórica, al verlos compartir un apasionado beso.

—N-no

Es lo único que logró articular, antes de sentir la mano de Jean envolver mi muñeca, al mismo tiempo que Hange sonríe compasiva, sin dejar de decirme que todo está bien. Yo, por otra parte, aprieto los ojos, rogándole a todos los dioses posibles, que calmen el dolor en mi pecho.

(...)

Con una mano sostengo mi cerveza y con la otra, abro la puerta del bar para que Jean pueda salir del sitio mientras carga en brazos a una ebria Hange.

—¿Puedes abrirlo?

Mi respuesta es hurgar en los bolsillos de su pantalón y extraer las llaves de su carro para que así deposite el cuerpo Hange en el asiento trasero.

—¿Cómo puede ser tan delgada y pesar tanto?

Jean suelta quejas por lo bajo mientras llega hasta el lado del piloto. Lo veo trepar pero no arranca. Entonces, baja la ventana del copiloto y me observa expectante.

—¿No piensas entrar?

Niego, dándole un buen trago a mi bebida.

—Voy a caminar. Mándame un mensaje cuando llegues a casa.

Baja de su carro y me encara, sumamente enojado. Yo lo observo sin una pizca de emoción.

—¿Por qué sigues haciendo todo tan difícil?— cuestiona

—No te estoy pidiendo nada, ¿sabes?

—Ya lo sé, pero... ¡Mírate! Tus ojeras van de mal en peor, ¿cuándo fue la última vez que descansaste bien?

Me encojo de hombros

—Y tu peso. Dios, cada vez estás más delgado. ¿Qué rayos pretendes?

—Solo quiero caminar, Jean, ¿acaso pido mucho?— contesto. Su mirada llena de recriminación hace que me irríte, así que tiro fuerte para crear distancia.— No eres mi maldito padre, hermano, y mucho menos de mi pareja. Deja de ser tan pesado.

—Eres un niñato

—Ya

Estoy al tanto que mañana estaré tal perro arrepentido por mi actitud, y también sé que Jean se disculpará por haber sido tan sobreprotector. Así que no agrega nada más, solo da la vuelta hacia el automóvil y se marcha tal como lo pedí, al mismo tiempo que comienzo a caminar por las frías calles de este maldito pueblo.

(...)

Con los pies adoloridos, tras una caminata de hora y media, decido descansar en el viejo camellón da frente a mi casa. Noto que el aspersor está prendido, pero no puede importarme menos que mi cuerpo sudoroso se moje con el agua de ese artefacto.

Quiero gritar, llorar y reír, debido a la imagen que se ha repetido en mi cabeza las últimas horas.

Erwin y Marie besándose, siendo felices. Enamorados.

Tan perdido estoy en mis pensamientos, que no me di cuenta del momento que una Ford negra de doble cabina llegó a la casa vecina, sino hasta que siento un áspero toque alzar mi barbilla y unos conocidos ojos azules conectan con los míos.

—¿Todo bien?

Mi respiración se corta por un instante, a la par que mi cuerpo comienza a temblar, posiblemente por el clima y lo mojado que estoy, o tal vez, de la rabia que me causa verlo.

La mirada que le otorgo debe ser algo serio, ya que veo como su expresión de preocupación se descompone, por lo que decide apartarse con las manos alzadas.

—No quería incomodarte, lo juro

—¿Cómo podrías?— digo sarcástico.— Tú, el tranquilo vecino, el orgullo de la escuela, el maldito chico perfecto que todos quieren.

Lo veo tragar duro a cada palabra que doy

—Levi

—¿Qué?

—Lo lamento

Suena tan sincero que nuevamente siento el dolor instalarse en mi pecho. Lo que emana ahora mismo, hace que se me nuble la vista, sin embargo, respiro profundo y echo la cabeza hacia atrás.

—Como sea

Me levanto y camino hacia mi casa, dejando a Erwin Smith mojándose.

GIRL CRUSH ➵ ERURIWhere stories live. Discover now