Capítulo 2: Recuerdos del jardín trasero

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La presencia de Erwin en mi vida, estaba lejos de ser nueva. Aquel rubio de cejas prominentes llegó al vecindario en mi octavo cumpleaños, justo cuando jugaba con la pelota roja que Mikasa, mi hermana mayor, me había obsequiado.

Recuerdo bien la sensación de intriga que despertó en mí, ya que nunca antes había visto a un extranjero. Tanto así, que fui yo quien dio el primer paso, importándome poco si un notable miedo asomaba por esos luceros azules. Incluso tuve el atrevimiento de arrojarle mi pelota.

—¿Juegas?— pregunté

Ladeó su cabeza y yo le imité

—¿Por qué hacemos esto?

¡Erwin!

El contundente llamado por parte de un señor robusto que salió de la casa vecina, hizo que Erwin dejara en el suelo mi regalo y saliera corriendo dirección hacia donde se encontraba el otro.

Tiempo después, supe que Erwin era hijo único de un matrimonio de maestros alemanes. Ninguno fluido en el idioma japonés, siendo esa la razón que lo hizo fallar en nuestro primer encuentro. Pero, aún cuando la familia Smith traspasó la barrera del idioma en un tiempo récord, Erwin y yo no logramos desarrollar un lazo fraternal.

El tiempo transcurría y todo parecía indicar que no estaba en nosotros llegar a ser cercanos. Sin importar que compartiéramos edad, escuela, amigos e incluso un jardín dónde todas las noches- durante once años- nos reuníamos para matar el tiempo.

Él podría estar practicando algún deporte nuevo, mientras yo permanecía tendido en la banca con los ojos cerrados. Otras veces me dedicaba a escuchar música, en lo que Erwin estudiaba con diligencia.

Podríamos estar haciendo todo y nada a la vez, pero nunca nos dirigíamos la palabra.

Hasta que la noche antes de nuestro primer día en Universidad, terminó con la rutina.

—¿A qué hora debemos estar mañana?— preguntó mientras daba una larga calada a su pitillo.

—Ocho— dije en automático

Le escuché articular un pequeño "uhm" antes de tomar camino hacia su casa; sellando así, nuestra última reunión en aquel familiar sitio. Tras once años de encuentros nocturnos, Erwin y yo dejamos de frecuentar la banca, para vernos con ojos recelosos por los pasillos del campus.

Todo por Marie

(...)

— Guarden silencio — La orden del profesor Tanaka es acatada sin chistar.— Bien. Como saben, cada año se abre la convocatoria para el concurso de teatro y nuestro comité decidió que dos de ustedes llevarán a cabo un acto del género tragedia. Así que anunciaré a los afortunados.

Todos en el salón agachan la cabeza, posiblemente con miedo a ser mencionados, ya que es bien sabido el desgaste que conlleva ese absurdo concurso de teatro.

—¿Por qué no respondiste mi mensajes en todo el fin de semana?— Jean llega a mi lado, dejando caer su mochila en la mesa.

Lo veo de reojo, notando su respiración agitada y como gotas de sudor corren hasta perderse en el cuello de su camisa blanca.

—Hueles a mierda, déjame en paz

—Ah, ese malnacido de Smith nos hizo entrenar más tiempo. ¡Ni siquiera tuve tiempo de bañarme!

— Kirschtein, tenga la decencia de guardar silencio — el maestro regaña a mi amigo, haciendo que Jean se encoja en su sitio.— Lo mismo va para todos los que se integran, no crean que por ser del equipo de americano pueden armar un escándalo.

—Lo lamento, profesor, fue mi culpa que recién llegáramos.

Las palabras de Erwin se cuelan por mis oídos, provocando que apriete las manos en puños.

Ahí está de nuevo, el señor perfección, salvando el día con su aperlada sonrisa y labia de lobo.

—Señor Smith, siempre tan oportuno. Ahora tome esto.

El profesor Tanaka le extiende un juego de hojas que saca de su portafolio. Erwin las toma inseguro junto a una leve reverencia.

—Fue seleccionado para representar a la escuela en el concurso anual de teatro.

—Pero-

Una oleada de jadeos se hace presente, mientras yo me dedico a sonreír burlesco.

—Nada de peros

Pero justo en ese instante, la dirección que toma el andar de nuestro profesor, envía una señal de alerta.

—Es bueno verlo sonreír, Ackerman. Usted también fue escogido.

Alzo la mirada y niego repetidas veces. Él se da vuelta con un claro signo de fastidio, no sin antes dejar en la mesa mi correspondiente juego de hojas.

—Démosle un aplauso a sus compañeros

Todos hacen caso a la orden, luciendo asombrados por la elección de alumnos. Por otra parte, Erwin y yo nos miramos incrédulos.

¿Es una maldita broma?

GIRL CRUSH ➵ ERURIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora