32. La Reina Loba.

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Miré a Zigor que estaba a mi lado, él tenía la mirada fija en el cuerpo de Zenda.

Mis manos temblaban cada vez más con paso de los segundos. La mordida que Zenda tenía en el cuello comenzó a palpitar, la sangre corría por su cuello.

-Saldrá bien, tiene que salir bien -susurré mirándola.

-Alfa, su corazón no late -habló de nuevo Jena.

-Funcionará -volví a decir.

Zigor se llevó las manos a la boca y vi como las lágrimas comenzaban a salir.

-No está muerta -todos me miraron.

-Su corazón se paró -negué.

-No siento que se haya muerto -susurré.

Miramos a Zenda, sus heridas no se curaba. Cuando me iba a acercar a ella un gruñido sonó fuera de casa.

-¡Calló en la trampa! -Entró Eros gritando.

Miré a Zenda y a la puerta seguidas veces. No me podía ir de allí, no podía dejarla sola.

-Alfa debemos acabar con esto -bufé y salí corriendo.

Ese Yakin era muchísimo más grande que los otros; su cabeza, su altura, sus brazos y manos incluidas sus piernas y pies.

-Este bicho acabará con todos nosotros -miré mal a Zigor.

-Todos juntos podremos con él -hablé -. Sacar las armas, disparar al pecho, cuando esté algo inestable sacaremos la luciérnaga.

Fue así como salimos todos hacia el sótano para coger las armas. Al salir comenzamos a disparar desde la distancia y nos fuimos acercando poco a poco, no le hacían nada las balas. Zigor se acercó mucho más y rugí fuerte para que se separara.

El bicho se soltó de la trampa y le dio un manotazo lanzándolo lejos de donde estábamos. Escuchamos un gruñido y giramos la cabeza viendo un lobo con el pelaje negro.

Zenda...

Sus ojos eran de color totalmente negro.

Se tiró encima del Yakin y hundió su hocico en el pecho del bicho para sacar la luciérnaga y morderla hasta matarla.

Al ver al bicho caer, y a Zenda mirándonos convertida en loba todos nos arrodillamos mirando al suelo.

Levanté la mirada y la vi cruzar la puerta de la mansión.
Corrí hacia la puerta, ella se giró para mirarme y ladró en mí dirección, subí junto a ella y entramos a mi habitación.

Volvió a su forma humana y comenzó a vestirse.

-¿Cómo te sientes? -Me acerqué a ella.

-Bien, me siento rara, como si hubiera algo en mí que no es mío -sonreí acercándome a ella.

Juntamos nuestros labios y sonreímos en mitad del beso.

-Casi me muero al pensar que te iba a perder -nos miramos a los ojos.

-Te queda Zenda para rato -susurró.

-Eso me gusta -volvimos a juntar nuestros labios.

Un gruñido nos hizo salir corriendo fuera de la mansión.

Miramos al suelo y solo estaba la piel que envolvía al Yakin, no tenía ojos, ni nariz, tampoco tenía los dientes.

-Era papá -habló Roberto.

Miramos hacia el bosque y luego nos miramos entre nosotros.

Zenda.

Roberto y yo nos pusimos a la misma altura mirando hacia el bosque.

Anclada✔️Where stories live. Discover now