Capítulo 3

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—¿Tienes idea de lo que le has hecho pasar a tu madre, Noah? —El tono condescendiente de mi padre logra su cometido: tengo el estómago hecho nudo y va a permanecer así hasta la próxima Navidad. La forma en que me mira como si fuera ese mosquito fastidioso que no le dejo dormir en toda la noche me da náuseas.

Nuestras miradas chocan y mis ojos se vuelven rendijas. Tengo la mandíbula tan apretada que juro podría romperme todas las muelas, pero me niego a bajar la vista y darle esa victoria.

Hoy no, viejo. Hoy no.

Muerdo el interior de la comisura de mis labios con maquiavela perversidad esperando que el metálico sabor de mi sangre se acumule en el interior de mi boca... Ahí está, cual recordatorio perfecto de la única emoción que he sentido en esta casa: dolor.

Este es exactamente el escenario que tenía en mente: en el segundo que mis pies pasaran el umbral de la puerta de entrada de la casa de mis padres, él ya estaría preparado para clavarme sus colmillos en la garganta. Claro, siempre tiene que demostrar ser el maldito alfa.

Respira hondo, Noah. No dejes que se salga con la suya. No delante de Savy.

—Vamos, papá. Ni que me hubieran abducido los alienígenas. Solo salí por ahí y perdí la noción del tiempo —Un latido entrecortado después de que esa excusa imbécil sale de mi garganta reseca, ya sé que fue no solo inútil sino una pésima idea.

—Así no es cómo nos manejamos en esta familia, Noah, y lo sabes muy bien. Te voy a ser muy claro, para que finalmente lo entiendas: estoy harto de tu egoísmo, tus manías y costumbres bizarras. Lo único que logras es preocupar a tu madre y tu hermana. Ya ha sido suficiente.

Su lenguaje corporal me dice que sería inteligente de mi parte no reaccionar, o podría perder más que mi ego lastimado. Mucho más... Lamentablemente, mi carácter nunca esta de acuerdo con todo lo que mi cerebro suele aconsejarme. Por lo tanto, mi respuesta suena a ladrido, mis hombros se cuadran y dibujo una sonrisa irónica (aunque algo vacilante, no les voy a engañar), la cual rebota en la mirada de acero de mi padre.

—No es para tanto. Siempre lo dramatizas todo, papá. En mi defensa, mis intenciones eran buenas. Solo necesitaba un poco de tiempo a solas y se me pasaron las horas volando. No se me ocurrió avisarle a nadie. No soy un bebé de pecho.

—¡Entonces deja de actuar como uno, maldita sea! —En su estallido puedo oler el aroma fuerte del tabaco de uno de sus habanos: de esos cubanos que tanto le gustan. También capto un tinte de whiskey en su aliento... Es temprano para beber y aun así ahí está... El alcohol bien presente entre sus palabras enfurecidas.

Mientras nos medimos el uno al otro, intento ahogar por millonésima vez otro comentario venenoso, sabiendo mejor que nadie que mis errores ya son demasiados. En el fondo, aunque duela, admito que he perdido el rumbo. Yo lo sé, y él lo sabe. Mierda, necesito dominar mi temperamento o este será el final de algo más que una simple conversación acalorada. Bajo la vista, demostrándole sumisión, lo odio por eso, pero sé lo que me conviene.

Dueles Tan Bien (ChicoxChico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora