Capítulo 31

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Los días se tornan deliciosamente simples...

Me despierto con el aroma de nuestro café favorito: Folgers. Abro mis ojos a un Park preparando el desayuno en la cocina. Sus pantalones de pijama a cuadros grises y negros colgando de sus caderas con ese swing tan sexi y propio de mi chico misterioso. Hay un pequeño agujero en su camiseta blanca que se balancea al compás de su ritmo acelerado.

Lo miro y no me importa enamorarme de la idea de vivir toda una vida juntos. Me gusta esto, nosotros, este momento en el tiempo.

Las horas se vuelven moleculares y todo lo que hago es nadar en esta marea que nos une, saliendo a la superficie solo para tomar un respiro: dos átomos de su hidrógeno y un átomo de mi oxígeno.

Son las nueve de la mañana y ha preparado dos opciones para mi deleite: tostadas francesas y muffins rellenos de dulce de leche. Salto de la cama y me acerco a él, tratando de no hacer crujir las tablas de madera del piso. Me encanta pillarlo desprevenido. Cada vez que eso sucede, emite un chillido agudo, es adorable.

—¡Qué bien huele eso! —exclamo, envolviendo mis brazos alrededor de su cuerpo delgado.

Por un segundo, se estremece en mi abrazo, y la preocupación vuelve a mi mente. A veces parece tan frágil, pero luego se da la vuelta y siento sus brazos alrededor de mi cuello, y todo lo que ocupaba mi mente se evapora con su proximidad. Park me sostiene con todas sus fuerzas, aunque yo no era el que estaba temblando.

—¡Pruébalos! Muero de ganas de saber si me quedaron ricos —chilla, rompiendo el contacto por un segundo para colocar los platos en nuestros lugares habituales sobre la mesada.

Segundos más tarde, me guía con ambas manos sobre mis hombros. Camino sin apuro, con Park a mis espaldas, y casi puedo sentir la emoción en su andar junto con la amplia sonrisa que estoy seguro atraviesa su hermoso rostro. Y es en estas pequeñas cosas cuando mi alma se entibia de solo entender que lo estoy conociendo más de lo que jamás imaginé.

No puedo resistirme a burlarme de él, incluso mientras disfruto de su entusiasmo... Estas peleas compartidas nos divierten a ambos.

—Veo que has elegido las tazas de café que tanto atesoras. Todavía recuerdo la mañana que me explicaste cómo encajaban perfectamente.

—¡Es verdad! La misma mañana en que nos olvidamos por completo del café, las tazas y el delivery de pizza —Se ríe, sus ojos perdidos en el recuerdo.

Me viene a la mente un destello de él respondiendo un mensaje de texto de su madre: dijo que ella hacía eso muy a menudo... Han pasado casi tres meses viviendo juntos, pero no nos ha visitado ni una vez.

No la culpo... Nunca hicimos nada para que nuestras familias se enteraran de la relación. Supongo que era muy nuestra, muy frágil y delicada. Quisimos protegerla de todo y de todos hasta que fuimos fuertes uno al lado del otro. Hoy somos imparables.

Dueles Tan Bien (ChicoxChico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora