🍄Día 10🍄

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Puede que muchos traten a Takemichi como una persona débil físicamente y muy llorón.

Pero es que siempre anda rodeado de monstruos que a comparación lo hacen ver pequeño y frágil. Mas no es así, él tiene la fuerza de derribar hasta a dos hombres sin recibir daño real, los golpes no son nada para él aunque duela, si tiene un motivo no va a detenerse por nada.

Takemichi puede noquear con facilidad a alguien común, después de todo, la razón por la que parece tan patético en fuerza es porque su esposo es Mikey, su mejor amigo es Chifuyu y sus demás compañeros como Ken, Kazutora, Inupi, entre otros, son monstruos peleando, tan fácil como eso.

¿Y qué tiene que ver eso ahora?

Muy fácil, él desea ganar el juego del martillo para regalarle un peluche a Manjiro.

Han asistido a la feria de la ciudad por el día de la primavera, y con ambos divirtiéndose han pasado jugando entre diversos puestos, desde tiro y suerte blanca hasta subirse a la pequeña noria y asustarse porque esa cosa se detuvo, si no fuera porque la energía volvió, ellos ya estarían con Shinichiro en la gloria.

Pero justo ahora, hace un momento mientras volvían a casa después de comer un poco, aprovecharían el día de feriado, no iban a decir que iban a hacer el amor apenas llegaran a casa pero si lo harán. Aun así, lo importante es que mientras caminaban hubo un peluche que llamó la atención de un muy tranquilo Mikey que se detuvo a mirar como un niño.

Un gran peluche se veía relucir al lado del clásico juego del martillo, donde el mas fuerte ganaría. Obviamente diría que es una estafa pero vio como una señorita se llevaba otro otro oso, mas pequeño pero considerando la facilidad para llegar al segundo punto más alto, la trampa debería estar mal colocada. El gigantesco montón de relleno tenía la forma de un animalito gracioso pero lindo, un petauro de azúcar brillaba ahí arriba en su forma de peluche.

Takemichi lo quería y no le importó gastarse el dinero por su terquedad, claro que no.

Y lo sorprendente es que sí, sí lo esta logrando, ya va a dos intentos y ha rozado el límite.

—Mierda— El tercer intento termina con su exclamación prueba de su cansancio.

Mikey ya debe estar de vuelta pero eso no impide que juegue de nuevo, ante la mirada del nervioso dueño del juego.

¿Por qué viene siempre gente tan extraña? Hace rato un hombre con una larga coleta negra ha destrozado su juego, y aunque ha intentado "arreglarlo" no es como antes.

El ojiazul por su parte tiene ganas de llorar, a veces la ira acumulada se presenta así, no hay problema porque su temple está intacto, golpeando nuevamente con toda su fuerza hacia el abajo su único pensamiento es regalarle algo a Mikey.

Las cosas básicas y simples hacen feliz a su esposo rubio, Takemichi es inmensamente feliz cada vez que ve sus ojos brillantes, ama ver como es que esas pupilas relucen llenas de vida, no como en las diferentes lineas de tiempo donde los veía apagados y sin esperanzas, llenos de dolor y resentimiento.

Esa es una razón importante por la cuál Takemichi admira a Manjiro como pareja y como persona, su evolución y crecimiento, la calidez muda que le brinda cuando esta cansado o destrozado, Mikey no pide mucho pero Takemichi desea darle si no es que el mundo, al menos todo lo que es y tiene.

Por eso en el último golpe mientras Manjiro le grita un "Oe, Takemicchi, ¡tengo hambre!" logra ganarlo.

—Van a hacerme quebrar— Se queja el señor lamentándose mientras le entrega el gran animal de felpa.

El Ojiazul hace una reverencia avergonzado sin razón, brillante y feliz cuando ve al rubio con su mirada de gato curioso justo a su lado.

—¿Que es esa cosa?

—Un petauro de azúcar.

Ambos miran el objeto y Mikey lo mira silencioso.

—¿Es para mí?— Pregunta rápidamente y sin vergüenza.

Micchi asiente orgulloso de su logro.—Claro que sí, lo veias con curiosidad, creo que nunca habías visto uno.

Manjiro le arrebata el animal falso y lo pone bajo uno de sus brazos con una leve sonrisa.

—Es que era una rata muy fea que de cierta manera me recuerda a Takemicchi por su cara de tonto y sus ojos grandes— Rápidamente Mikey explica en tono de burla.

Takemichi se avergonzaría y quejaría sobre como es que le ha dicho idiota indirectamente, y puede hacerlo, pero no tanto como quisiera cuando esos ojos casi negros brillan cálidos, solo para él, para su esposo.

Supone que es normal estas cosas cursis de pareja y mas cuando es su aniversario. Es momento de volver a casa, ya verían como festejar entre ambos.

Y claro que lo harán pues Mikey trae como regalo una caja nueva de condones. Pero Takemichi aún no está listo para esa conversación.

 Pero Takemichi aún no está listo para esa conversación

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Hola~

Es domingo de "acabo de ver una película romántica y necesito expulsar dulzura"

Cosas de casados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora