8 | Error y un heladito

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Elisabeth

¡Agh!

Había perdido mi valioso tiempo. Algo sobre ser infiel, volver con tu primer amor motero y dejar a niños pequeños a la deriva de un hogar roto; me hizo cerrar la tapa del libro de golpe y levantarme de la cama con ganas de gritar.

Los insultos que lanzaba mentalmente a la horrible trama, se vieron interrumpidos en la parte más contundente.

—Elisabeth —llamó una voz ahogada seguida de golpes desesperados.

Extrañada, fui abrir la puerta rápidamente. No podía ser Delphine, ya que pasaba horas extras en el taller para situaciones del hogar, manteniendo la máquina de coser apartada del resto de estudiantes.

Lo único que vi de primera mano, fue la brisa del cabello rubio de Sarah Parker del otro curso, antes de que se volteara irritada.

—Hola, ¿cómo estás? —dijo ella, sin esperar una respuesta de mi parte, ya que siguió hablando con apuro—. Me pidieron que te avisara que hay alguien buscándote en la entrada.

Se cruzó de brazos.

—¿A mí?

«Que extraño». Cualquiera mandaría un mensaje, primero.

—Sí, a ti —masculló, burlona—. Es por eso que estoy aquí y no abajo, duh. Como no tenía tu número, tuve que subir a buscarte —Frunció un poco el entrecejo como signo de molestia—. Y ya cumplí mi misión.

Juntó sus dedos índice y medio de la mano derecha, haciendo un saludo militar.

—Nos vemos.

—Gracias por avisarme... —Mi voz bajó cada vez una octava, al verla irse apresuradamente.

Dejé la puerta entreabierta mientras caminaba rápidamente al tocador para registrar mi aspecto. Peiné un poco mi cabello suelto con el cepillo y luego, fui a ponerme el par de tenis blancos que usaba antes de haberme acostado en la cama.

Me bajé en el salón de chicas en busca de la posible persona que me buscaba, pero se me hizo casi imposible por los vagos —para no decir inexistentes— detalles que me dio Sarah.

Lo mejor sería esperar a que alguien se me acercara. Es decir... no es como si fuese a preguntarle a cada una de las personas que están aquí, si vinieron por mí.

Fui a hacer la acción de mover mis piernas hacia el amueblado violeta, pero me quedé clavada en cuanto divisé a quien estaba cerca del espacio.

¿Qué hace Blake aquí?

Identifiqué a Sarah y dos chicas amigas suyas, al frente de él, hablándole. Esperé verlo respondiéndoles... o coqueteándoles, pero no sucedió. Él solo era oídos a lo que sea que ellas le decían con tanta insistencia.

Estaba a punto de apartar la mirada y esperar en otro lado, pero Blake hizo un barrido del lugar con algo parecido a impaciencia y reparó en mi presencia.

Por reflejo, di un paso hacia atrás.

—Elisabeth —me llamó Blake, dejando a Sarah con la palabra en la boca.

Avanzó en aprietos, hasta encontrarme en la mitad del salón, y las chicas siguieron todo el trayecto. Bufaron, cuando se dieron cuenta de que era a mí hacia quien iba.

—Blake —incliné la cabeza como saludo—. ¿Qué haces...? Espera —Lamí mis labios—. ¿Eras tú quien buscaba? —pregunté, confundida, y miré a mi alrededor.

Él asintió y noté sobre su hombro a Sarah y sus amigas irse, dándonos —dándome— miradas de reojo.

—¿Qué pasó? —inquirí, devolviéndome hacia él. Algo en mi cerebro hizo cortocircuito—. ¿Dónde está Liam? ¿Le pasó algo?

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora