9 | Ahora tenemos problemas

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Elisabeth

Tenía esta cosa.

Este presentimiento raro de que algo iba a pasar en cualquier momento.

No me imaginaba que podía ser, por supuesto, pero más que nunca sentía aquella punzada que llegué a tener el primer día.

Dicen por ahí que la intuición nunca falla, ¿no?

—Llamaré para que me agenden en la tarde —me dijo Delphine mientras íbamos hacia nuestros casilleros a dejar los bloques de cemento que llevábamos en nuestra espalda.

Libros, quiero decir. «Pesaban demasiado».

Por alguna razón, la profesora de arte había faltado y no pudimos realizar la prueba que teníamos con ella. No mentiré, estaba contenta en su momento, pero ahora deseaba poder haberlo presentado. Estaba preparada.

Aunque teníamos esa hora libre, decidimos quedarnos todos en el aula. Usamos el tiempo para platicar como generación sobre lo que sería el viaje escolar que haríamos a principio del año entrante.

Anteriormente, había visto como el último año en vez de volver a clase como el resto, llegaban a Skyfall con su equipaje para ser llevados al aeropuerto. Pero, próximamente, dejaría de ser espectadora y sería una de las personas que viviría esa experiencia.

Y estaba muy emocionada por ello.

—Es decir, no creo que duela tanto, ¿no crees? Aunque... el hecho de que la palabras con caracoles, esté al lado de limpieza facial, suena terrorífico.

—Tal vez los caracoles solo se deslicen por toda tu cara... —señalé y fruncí la nariz.

«Nunca me sometería a semejante cosa».

—¡Y será mejor que funcione! —exclamó ella—. Les haré saber ahora mismo.

Paró en seco de repente, y me detuve por consiguiente.

La miré extrañada. —¿Qué pasa?

Delphine alzó su mano derecha y la contempló fijamente, y con una expresión de horror, empezó a palmear todo su cuerpo.

—¡Mi teléfono! —gritó y el trío de personas a nuestro lado, voltearon a verla. Ella les gruñó—. Iré a buscarlo. Nos vemos en el patio —habló rápidamente y se fue a paso rápido, esquivando a todo el que se le atravesara.

Perder su preciado teléfono, podría ser su perdición.

Seguí caminando sola. Los pasillos eran tan largos, que cada vez que avanzaba menos personas había dispersados en ellos. Crucé en un corredor, más cerca de donde estaba mi casillero, pero fui arrastrada hacia uno totalmente opuesto.

Mi mochila amortiguó el impacto de mi espalda contra la superficie dura de los casilleros, y giré mi torso, para alejarme del lugar, pero un brazo fuerte me mantuvo quieta... inmóvil.

—Suéltame —demandé y me removí buscando liberarme de su agarre—. Suéltame, ahora, imbécil.

La cara de Broodie cubierta por una risa sardónica, me hizo querer vomitar. Su cuerpo ancho y de gran tamaño recostado al mío, no se quedaba detrás.

Un golpe de él, podría asustar a cualquiera.

No a mí.

Nunca se lo haría ver.

—¡Suéltame! —siseé nuevamente.

«Tal vez si lo pateo...».

—No lo haré —rió, como si le hubiese contado un chiste—. Tenemos una conversación.

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora