Capítulo 12

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“Sino encuentras a alguien especial, se le asignará la mejor compañía: la de una mascota”
—Atte. La Vida.

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Días después...

Es domingo y me encuentro en mi habitación estudiando como de costumbre. Hace dos días me inscribí al torneo, así que decidí estudiar mucho más que la vez anterior dado que ahora es más complejo. A pesar de que me sé los temarios y como ejecutarlos de memoria, no puedo confiarme, habrán muy buenos estudiantes que seguramente serán casi unos maestros del cálculo.

No pienso volver a decepcionar a las personas que han puesto su confianza en mí.

O sea Marcos.

Quien ya no solo textea conmigo sino que ahora me llama cada vez que puede para darme ánimos y, claro, para que le explique las tareas del colegio.

He tratado de comunicarle a mi padre acerca de la decisión que he tomado, pero no he encontrado el momento adecuado ya que siempre está ocupado entre su trabajo y su novia, quien también se está volviendo un terrible dolor de trasero para mí.

El viernes cuando regresé de la escuela no encontraba a Nieve por ningún lado, revisé en cada habitación, incluso por los alrededores de mi casa, hasta que en medio de la frustración y la desesperación le pregunté a mi padre por su posible paradero. Y fue así, como de la manera más calmada del mundo, me dijo que la había encerrado en una jaula para que no molestara a Incy.

¿Me estaba vacilando? ¿En serio?

No hace falta decir que me puse furiosa.

Es decir, ¡¿Por qué demonios encerrar a un animalito que no le ha hecho daño a nadie?!

Llena de ira y preocupación me dirigí hacia donde estaba la jaula. Ahí, encontré a Nieve encerrada en una pequeña, oxidada y sucia jaula para conejos. Me acerqué con cautela a ella, sin ocultar el dolor que sentía al verla así, incómoda y vulnerable. Su pelaje se erizaba con cada movimiento que me atrevía a hacer para acercarme. Maullaba y siseaba, notaba la cólera, la molestia y el horror con que lo hacía. Me mostró sus garras de manera amenazante, lista para atacar a cualquiera que se acercara. Parecía estar juzgándome, sí, me culpaba con su mirada gatuna, me culpaba por no haber impedido que esto pasara, me culpaba por no haber llegado a tiempo para detener esta crueldad que habían cometido con ella.

Yo también me sentía muy nerviosa y asustada, ya que no sabía cómo iba a afrontar la situación. Acercarme y tomarla en brazos no era una opción viable porque seguramente saldría huyendo, presa del miedo, o peor, podría rasguñarme. Me acerqué un poco más y divisé una pequeña agarradera sobre la jaula, rápidamente, tomé la jaula y la elevé para llevarla conmigo.

Nieve volvió a sisear.

Me dolía verla así, era un animal muy dócil y afable. No se lo merecía.

Entré nuevamente a casa sosteniendo con fuerza la jaula. Me dirigí a las escaleras sin intención alguna de mediar palabra con mi padre, que me vió entrar.

—Ava — oí su llamado, grave y prepotente —La gata no dormirá en la casa.

Antes hubiera aceptado todo esto, con tal de no discutir, pero ya era suficiente.

Solitaria©Where stories live. Discover now