Capítulo Tres

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Harry raspó violentamente la silla de la cocina en su prisa por ponerse de pie. Parpadeó y trató de tragar, y se dio la vuelta alterado. ¡¿Qué hacía ahí sentado?! Tenía que irse, ¡ahora!

Se aseguró de que la última carta estuviera cuidadosamente colocada sobre el resto antes de tomar las respuestas que había escrito para todos los demás. Subió rápidamente las escaleras para ver si tenía algo de ropa limpia, y se sintió aliviado al ver que sus hechizos de mantenimiento también habían resistido ahí. Se apresuró a quitarse las túnicas desgastadas por el viaje, en las que había vivido durante tantos meses, y encontró en sus cajones un conjunto totalmente nuevo que estaba tan fresco como el día en que lo había lavado. Se cepilló los dientes y bebió un largo trago de agua, luego corrió hacía la puerta principal, dando dos pasos a la vez.

Su abrigo favorito de tres cuartos seguía colgado en el perchero donde lo había dejado, y metió sus cartas en el bolsillo, así como las llaves, la cartera y la varita, cerrando la puerta tras de sí mientras bajaba a la calle.

Una vuelta más tarde y estaba en la oficina pública de correos y, sin pensarlo, se lanzó un glamour. Aunque no fue mala idea, no quería que nadie les contara a sus amigos que había vuelto, antes de hacerlo él mismo.

Pasando unos minutos, una vez más se encontraba en la calle y se apareció de nuevo, esta vez frente a la puerta del piso de Draco en el Callejón Diagon. La golpeó con determinación mientras que su corazón bailaba tap dentro de su pecho.

Draco lo amaba.

Draco lo amaba.

No tenía duda de que amaba a Draco también, eso era parte de la fea verdad que había tenido que mantener enterrada tanto tiempo por miedo a que lo destrozara. Draco lo amaba, y ahora que estaba en casa podía decirle que también lo amaba y, oh, Merlín, ¿qué iba a decir?, ¿qué iba a hacer?, ¿qué pasaría si?...

—¡No está!

Dejó de tocar y giró para ver a una anciana asomando la cabeza desde el piso de enfrente.

—¿Perdón? —preguntó Harry, consciente de que ya no tenía su glamour, pero a la señora no pareció importarle.

—Todavía sigue en el trabajo, siempre trabajando ese pobre chico —dijo, sacudiendo la cabeza.

—Oh —dijo Harry, a través de su respiración agitada; no se había dado cuenta de la falta de aire que tenía—. Oh, está bien, gracias. ¿Tiene alguna idea de cuándo llegará a casa?

Ella negó con la cabeza.

—Lo siento, querido. No creo que tenga mucho por lo que volver a casa, me temo.

Harry pasó saliva, negándose a dejar que la culpa lo abrumara.

—Gracias —dijo de nuevo, y la anciana asintió mientras cerraba la puerta otra vez.

¿Qué debía hacer? ¿Esperar? Pero no quería esperar, ya había hecho esperar a Draco demasiado tiempo. Ella había dicho que estaba en el trabajo, eso sería en Torquay, ¿verdad? Harry rebuscó en sus recuerdos porqué eso le había sonado antes, cuando Draco lo había mencionado en sus cartas. Ahora que se concentraba, estaba bastante seguro de que había estado en el Instituto Devonshire durante su formación de auror para una visita. Incluso estaba bastante seguro de que podía recordar cómo era y eso, en teoría, era suficiente para intentar una aparición.

Era arriesgado sin tener un destino exacto en mente, pero Harry no tenía tiempo para quedarse y verificar, necesitaba estar ahí ahora, tenía que haber estado allí hace tres horas, en el preciso momento en que había regresado al país. Había sido un idiota, y tenía toda la intención de remediarlo inmediatamente.

Letters Through Time (Traducción)Where stories live. Discover now