diecinueve

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Sirius se mantenía en silencio, no sabiendo por dónde o cómo empezar

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Sirius se mantenía en silencio, no sabiendo por dónde o cómo empezar. Violet tampoco hablaba, miraba al suelo y pensaba en qué preguntas le haría Sirius, y en sus posibles respuestas. Odiaba no saber lo que pasaría, odiaba tener aquel sentimiento de incertidumbre. Solo se oía el leve galopar de los thestrals, tan ligero que apenas se oía. Ninguno de los dos los veía, y tal vez aquello era una buena señal, pues por muchas malas pasadas que hubieran experimentado, por tantos golpes que hubieran sufrido, por tantos gritos que hubieran perforado sus cerebros, no habían presenciado la muerte.

—No sabía que podías estar callado tanto tiempo.—Murmuró ella, clavándole la mirada.

—Si te soy sincero, no sé ni qué decirte. Jamás pensé que algo así le pasaría a alguien como tú. Es decir, tu familia parece tan perfecta, que se me hace casi imposible imaginármelo. Nunca me lo creería si no lo hubiera visto con mis propios ojos.

—Hemos llegado.—Dijo Violet, bajando del carro y comenzando a caminar—Adelante, puedes preguntar.

—Sé que empezó a los nueve años pero, ¿por qué?—Se atrevió a decir Sirius.

Violet se puso los guantes, y echó un vistazo alrededor, cerciorándose de que nadie les prestaba atención.

—No empezó a los nueve años. A esa edad recibí mi primer Cruccio, pero mis padres llevan diciéndome desde que tengo uso de razón que he nacido para ser la mejor ministra de Magia que haya habido nunca en Inglaterra, incluso mejor que mi padre. Quieren que sea la bruja más poderosa que exista, quieren que todos me respeten, me obedezcan. Y me pusieron a estudiar en cuanto aprendí a leer. Cuando llegué a Hogwarts ya sabía hacer la mayoría de hechizos que estudiábamos. Tengo la responsabilidad de ser la mejor, y si no lo soy, recibo un castigo. Harry tiene suerte de que yo sea la mayor, si yo no hubiera nacido, ese peso hubiera caído sobre él. Mis padres no me lo han dicho, pero lo sé.

—¿Nunca has pensado en pedir ayuda?

Violet estuvo a punto de reír, aunque lo contuvo, suspirando.

—¿A quién? El Ministerio entero está bajo el mando de mi padre. Dumbledore no podría hacer nada, aunque sea el director sigue estando bajo las órdenes del ministro. Solo puedo aguantar hasta convertirme en lo que ellos quieren.

—O podrías huir de casa, como yo.

—No es tan fácil, Black. Tú tienes amigos y tenías un lugar al que ir. Yo no tengo a nadie. Y vaya donde vaya me encontrarían.

—Puedo hablar con los merodeadores, seguro que alguno...

—No—le interrumpió—. No quiero que nadie sepa de esto. Ya es bastante con que lo sepas tú.

—Yo solo quiero ayudarte.

—No puedes. Nadie... Mierda. Ven.

Violet le agarró del brazo y le arrastró hasta que ella quedó apoyada en una pared y él en frente de ella.

—¿Qué pasa?—Preguntó Sirius.

—Dame tus guantes y pon tus manos en mi cintura.—Sirius la miró confundido, ¿qué estaba pasando? ¿Por qué estaba tan nerviosa?—Hazlo, Black, por las barbas de Merlín.

Sirius obedeció, y colocó sus manos en la cintura de Violet. Y ella posicionó sus manos alrededor de su cuello, no sin antes ponerse los guantes que Sirius le había dado. Contuvo la respiración mientras centraba la mirada en algo, asomando los ojos por el hombro del Black.

—Violet, ¿qué narices pasa?—murmuró él.

—Mi madre está aquí, y se supone que tengo prohibido venir a Hogsmeade. Se acerca, vale, ehh... Ríete. Si te ríes no sospechará que soy yo.

Sirius tragó saliva, observando cada detalle de la cara de Violet. Su nariz, que estaba decorada con un suave rubor debido al frío; sus pecas, tantas y tan esparcidas que pensó que si las unía formarían un precioso dibujo; sus mejillas, tan suaves como el algodón; sus ojos, tan opacos y mortíferos como la primera vez que le miraron, ahora cargados con una chispa de miedo; y sus labios, que con el frío se habían vuelto de un color rojo tan vivo como el de la sangre fresca.

Estaba hipnotizado, y las manos de Violet acariciando su nuca no le ayudaban en absoluto.

—No sabes cuántas ganas tengo de besarte ahora mismo.—susurró, esperando algún tipo de insulto, o incluso una bofetada.

Pero lo único que recibió fue una mirada y un ceño fruncido. No de enfado, si no de confusión: ¿cómo podía pensar en algo así en un momento como ese? Con Dominique Williams a cincuenta metros de él.

El ceño de Violet se relajó, pero su mirada no se apartó de los ojos de Sirius, hasta que sacudió un poco la cabeza.

—Deja de decir tonterías.

—Lo siento, pero es que no puedo mentirte. Quiero besarte, Violet.

—Cállate. Se ha ido,—dijo, tras echar otro vistazo por encima del hombro de Sirius— vale, bien. Ya podemos... Black, suéltame.

Sirius pareció salir de su ensoñación, porque soltó su cintura y cogió los guantes que Violet le estaba entregando.

—¿Te puedo preguntar algo más?—cuestionó él.

—Supongo que sí.

—¿Tú quieres ser ministra de Magia?

Aquella era una muy buena pregunta que Violet jamás se había planteado. ¿Quería trabajar en el Ministerio? ¿Quería gobernar a todos los magos de Inglaterra? ¿Era eso lo que ella quería, o solo seguía órdenes de sus progenitores? Violet lo sopesó un par de minutos, haciendo que Sirius se pensara que ni siquiera iba a responder.

¿Quería ser ministra de Magia? No lo sabía. Pero entonces, ¿qué quería ser? ¿Aurora? Creía y apoyaba la justicia, pero no se veía capaz de perseguir magos durante toda su vida. ¿Trabajaría en San Mungo? No, en absoluto, odiaba aquel ambiente. ¿Montaría una tienda y se dedicaría en cuerpo y alma a ella? Ni hablar, no tenía tanto don de gentes como para hacerlo.

Su cabeza daba vueltas, vacilando cada vez que pensaba en alguna profesión. ¿Y si no era capaz de encontrar nada que le gustara? ¿Debía seguir el camino que sus padres habían ido dibujando para ella?

Pero pensó en la profesión que se le había impuesto, y se dio cuenta de que podía cambiar el mundo a la vez de que mantenía a sus padres contentos, o al menos calmados

—Sí, quiero trabajar en el Ministerio. Seré ministra de Magia. Seré la mejor ministra de Magia que Inglaterra haya tenido nunca.

 Seré la mejor ministra de Magia que Inglaterra haya tenido nunca

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ICE [SIRIUS BLACK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora