veintiuno

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Sirius Black se tumbó en la cama, tiritando, pero con una sonrisa en el rostro

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Sirius Black se tumbó en la cama, tiritando, pero con una sonrisa en el rostro. No se había molestado en cambiarse de ropa, aunque estuviera cubierto de nieve, simplemente se había quitado los zapatos y se había echado sobre el colchón.

—Cornamenta.—Le llamó, haciendo que James dejara de limpiar sus gafas y le mirara, prestándole toda su atención— ¿Qué hacías en Las Tres Escobas? Pensé que hoy tenías entrenamiento de quidditch.

—Hemos terminado antes por la nieve. ¿Y tú? Al parecer has conseguido que Williams acepte una cita contigo. Ese es mi chico, todo un campeón.—Le felicitó James.

Sirius suspiró, sabiendo que en realidad aquel día no fue una cita.

—No ha aceptado una cita, ya te lo dije: teníamos asuntos de los que hablar.—Sin embargo, se le escapó una pequeña sonrisa— Aunque he conseguido que probara la cerveza de mantequilla, y le ha gustado. Creo que algún día conseguiré que acepte salir conmigo.

Sirius no paraba de pensar en el momento en el que él tuvo sus manos en la cintura de Violet, en lo cerca que estaban, en qué habría pasado si la hubiera besado. ¿Le habría golpeado? ¿Se habría separado y habría huido corriendo? ¿O lo hubiera aceptado y le habría besado de vuelta? Violet era tan enigmática, tan misteriosa, que Sirius nunca sabía cómo iba a reaccionar cada vez que hablaba. Quería conocerla, conocerla de verdad. No le bastaba con saber su mayor secreto, él quería más. Quería saber su color favorito, su comida favorita, su tipo de cita perfecta, su festividad preferida, si dormía abrazando algún peluche o no, si dormía lo suficiente, por qué se había saltado más de un mes de clases de Defensa Contra las Artes Oscuras. Quería conocer cada aspecto de Violet, por muy pequeño que fuera, quería que ella se dejara conocer.

—Creo que volveré a hacerle visitas en la biblioteca.—murmuró, tras cuarenta minutos de silencio, escuchando cómo sus tres mejores amigos dormían a pierna suelta, y observando los guantes que descansaban sobre sus mesita de noche; aquellos guantes que Violet se había puesto para que su madre (si decidía mirarles) no reconociera sus manos.


Si no hubiera sido porque Peter Pettigrew le tiró una bolita de papel a la cabeza, Sirius Black se hubiera dormido en clase de Historia de la Magia. Oía al profesor Binns hablar, pero su voz era tan monótona que podía dormir a cualquier alumno. Apenas había desayunado aquella mañana, y su estómago no paraba de rugir, haciendo el intento de descansar sobre aquel pupitre imposible. Ni siquiera sabía por qué había decidido elegir esa clase aquel año, cuando había dejado de ser obligatoria en quinto.

Un bostezo se escapó de sus labios, y su vista se dirigió por decimocuarta vez al reloj que descansaba encima de la pizarra. Diez minutos más y sería libre. Violet había elegido bien, y había escogido Artimancia en vez de Historia de la Magia, por lo que en aquel momento se encontraría en el aula 47, con la profesora Septima Vector, y adivinando el futuro a partir de números.

ICE [SIRIUS BLACK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora