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Hoy es el día de mi segunda clase de educación física. Vamos a jugar al fútbol así que opto por un chándal y zapatillas cómodas.
Creo que este deporte, ya que no se me da mal del todo, hace que me sienta a gusto conmigo misma, y en cierto modo y como en pocas ocasiones, confiada.

Tras las tres primeras clases, me pongo en camino al gimnasio, Marta no tenía la clase anterior conmigo, no hemos coincidido en toda la mañana así que imagino que la veré allí, menos mal que me quedé con el recorrido y no me pierdo por el camino.

Entro en el vestuario, hay algunas compañeras de clase cambiándose y quejándose de la ropa. Yo me miro al espejo, ¿qué tiene de malo un chándal? Además, soy de las que opinan que si es un talla más grande, mucho mejor. A mamá le saca de sus casillas, sé qué le hubiera gustado que desde pequeña fuera su princesita y vestirme con esos horribles vestidos de flores, y le hubiera gustado que saliera de casa arreglada y no con lo primero que encuentro en el armario.
No ha tenido suerte conmigo respecto a eso, no he heredado ser presumida, como ella.

Soy de las primeras en salir a las pistas, ya que no hace frío y la clase será ahí mismo. Hay un par de chicas fuera y varios chicos más, todavía falta gente.

Veo a Fede enseguida, justo al lado contrario de las pistas, charla con tres o cuatro compañeros de clase, entre ellos Lucas. Me fijo en que alza la cabeza al verme. Hace un gesto con la mano, como disculpándose con los demás y comienza a acercarse a mí.

— Así que eres una chica deportista — Me dice, observándome de arriba a abajo.

— No diría tanto — Le sonrío — ¿Y tu chándal? — Le pregunto, lleva pantalones vaqueros.

— Pues verás... — Se rasca la nuca, sobre su pelo casi rapado — Se me ha olvidado que tocaba educación física. Diego y Marta ya van a tener con qué bromear hoy.

— Desde luego Lucas, eres de lo que no hay — Muevo la cabeza a ambos lados.

Marta llega corriendo de repente, colocándose entre los dos y apoyándose, agotada.

— Pensaba que no llegaba — Susurra. — ¡Estos pantalones son horribles, mirad! — Los señala con desgana.

La clase va a empezar, Fede se coloca en el centro, con los brazos cruzados. Me fijo en ellos, sí que está fuerte, debe ir al gimnasio o algo parecido para mantenerse así... me he distraído, otra vez, Marta sigue con el tema de los pantalones a mi lado.

— No seas quejica — Le reprendo, poniéndome el dedo índice sobre mis labios, para indicarle que se calle.

Ahora mi amiga de fija en Lucas, más bien, en sus pantalones vaqueros, le da un par de empujones y comienzan a bromear, yo me agacho para apretar mis cordones.

— ¿Hoy no te has perdido? — Escucho su voz y alzo los ojos para encontrarme con Fede.

— Bueno... — Me levanto avergonzada y me encojo de hombros — Todavía quedan dos horas, quién sabe lo que puede pasar.

Sonríe por mi comentario e incluso va a decir algo más, pero cuando abre la boca vuelven hacia mí Marta y Lucas, todavía peleando y de cachondeo, lo que nos interrumpe. Fede comienza con la clase.

Las primeras órdenes son que calentemos, debemos correr durante diez minutos. Me uno a Marta para empezar, Lucas no tarda en darnos alcance, llegando por detrás.

— ¿Y tú? ¿Desde cuándo te llevas tan bien con el profesor? — Me pregunta — Al final Diego va a tener razón y os tiene a todas babeando.

Pongo los ojos en blanco, Marta resopla a mi lado, aunque creo que está pensando más en aguantar la carrera que en responderle.

— No digas tonterías, Lucas — Suspiro, no creo que tenga que darle explicaciones — Ayer me ayudó, ya os lo dije.

— Ya, claro — Alza ambas cejas, chocando suavemente su hombro con el mío — Y por eso te pasas todas las clases mirando por la ventana, porque te ayudó.

Supongo que sigue bromeando, pero tengo entendido que en una broma deben intervenir dos personas, y a mí no me está haciendo gracia esta especie de interrogatorio.

— Lucas, ¿eres tonto? — Marta aparece en mi defensa, y menos mal, porque ya no sabía qué responder — ¿Quieres dejarnos en paz? Tú eres un baboso con la profesora de prácticas y yo no te digo nada.

Ahora parece que el ofendido es él, frunce los labios en una fina línea recta y acelera la velocidad, dejándonos atrás y uniéndose a otro grupo que nos saca unos metros.

— No le hagas caso, a veces se pone un poco pesado — Me dice mi amiga con dificultad, le cuesta respirar y eso que vamos a paso de caracol.

— Lo sé — Cojo aire por la nariz, no queda mucho para terminar de correr.

Me quito a Lucas de la cabeza enseguida, no sé a qué ha venido eso pero me ha resultado incómodo, como si estuviera celoso o algo parecido cuando las cosas han quedado claras entre nosotros.

Ahora observo a Fede, prometo que a veces lo hago sin querer, está apoyado en uno de los postes de la portería, mirando a un lado y a otro, ahora gira la cabeza, en el momento preciso para que sus ojos coincidan con los míos. Pasan varios segundos... ¿me está mirando o es que ahora veo mal de lejos y lo imagino?

No lo sé, pero un codazo en mi estómago hace que despierte del sueño.

— Eh, a ver si Lucas va a tener razón — Marta suelta una carcajada — Vuelve al mundo real, anda.

Río con ella, disimulando como mejor me sale. Pero el problema es que no sé hacerlo, es algo involuntario, algo en Fede me llama de una manera que nunca hubiese pensado.

Te quiero sin querer, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora