✦Dreamscape; Tokyo Revengers

Ken Ryūguji

Tipo: Viñeta.

Género: Fluff, ¿sugestivo?

Palabras: 594.

El siseo lánguido que escapó de tus labios entreabiertos no pasó desapercibido para Draken cuando los dedos largos encontraron su propósito inicial, animándolo a suministrar un poco más de presión en la piel expuesta y repitiendo círculos consistentes contra ella. La sensación era ligeramente dolorosa, pero en definitiva valía la pena cuando culminaba en una prevista explosión de alivio y satisfacción entremezclados.

—Definitivamente tienes un nudo —el repentino eco de su voz te sacó de tu ensoñación tal como si hubieras recibido un puñetazo limpio a la mandíbula, devolviéndote a la realidad de un latigazo—, y sin duda es uno de los buenos.

Separaste el rostro de la almohada en una acción leve, lo suficiente como para apoyar tu mejilla en ella y mirar al rubio de reojo. Tu cuerpo yacía inmóvil en el colchón.

—¿Por qué crees que te llamé? —Era una pregunta retórica—. Por supuesto, también quería verte, pero esta vez mi prioridad era la magia que haces con tus manos —tarareaste con un tono travieso, juguetón, insinuante, tus intenciones tan evidentes como la luz de un faro en la penumbra. El pequeño correctivo en tu frente lo confirmó.

—Idiota —farfulló abochornado. Todavía se veía incapaz de acostumbrarse al doble sentido de tus palabras, o a lo malsonante que resultaban en general—. De todas formas, ¿no te había dicho que corrijas tu postura? Te ahorrarías pasar por esta mierda si tan solo me hicieras caso cuando...

—¡Ya! —interrumpiste su sermón a sabiendas de lo que se avecinaba si no lo detenías a tiempo—. ¿No crees que tengo suficiente con escuchar a mi madre diciendo lo mismo que tú? Eres como una señ– ¡Ah!

Un chillido se escapó de tu boca cuando el pulgar de Draken se hundió en aquel punto entre el omóplato y la columna con una cantidad de fuerza que tú sabías que no era necesaria. Bastaba con ser un poco —mínimamente— observador para trazar sus motivos ulteriores, haciéndote refunfuñar en descontento y pellizcar su muslo fibroso como vengativa. El varón solo bufó divertido.

—Quédate quieta y relájate, no puedo realizar "la magia que hago con mis manos" si sigues así de tensa.

—Sí, papi.

Draken simplemente puso los ojos en blanco cuando las palabras llegaron a sus oídos, tu voz arrastrada una octava más alta para imitar ese efecto tan característico en escenas eróticas que se reproducían en la televisión pasada la medianoche. No hacía falta explicitar otras circunstancias.

Tus huesos crujieron cuando sus palmas presionaron hacia abajo en un movimiento lento pero no menos eficaz, robándote el aliento en un jadeo prolongado. Tocar el cielo con las manos no era suficiente para describir la sensación de regocijo que había sido provocada por una acción tan simple como la de Draken. Tu novio, el amor de tu vida, la luz de tus ojos, tu terroncito de azúcar, el capitán de tu corazón...

—Ya terminé.

—¿E-eh? —balbuceaste embobada. Bajar del paraíso no era una tarea sencilla.

Una mano pesada encontró descanso en tu coronilla, despeinándote ligeramente. Giraste el cuerpo hasta quedar boca arriba, mirando con ojos entreabiertos los ónix que te atravesaban.

Precioso.

—¿Te sientes mejor? —preguntó mientras sus dedos corrían algunos cabellos rebeldes que tapaban parcialmente tus facciones suavizadas.

—Mhm... Gracias, Ken.

Tus belfos se estiraron hacia él, imitando la boca de un pez para tirarle besitos en el aire, en busca del premio mayor. Draken se limitó a reírse de tus payasadas, inclinándose hacia ti y picoteando tus labios un par de veces antes de volver a su posición inicial.

—No hay de qué.