Tic tac, tic tac. El reloj del hospital no dejaba de mover sus manecillas al compás de la poca cordura que le quedaba a Raúl.
Lo único que recordaba de anoche fue la gran desvelada que tuvo junto a su mejor amigo, ambos jugando hasta quedarse dormi...
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ACTUALIDAD.
—Supongo que nada ha cambiado. —Murmure para mí mismo justo en el momento que mi pie se colocó sobre los jardines del castillo.
El único hecho que siempre me había gustado de mi familia era el espléndido sentimiento que me daba poder caminar por los jardines del lugar, recordar los momentos que tenía junto con mi abuelo. Aun cuando tenía sus deberes reales, guardaba un espacio de su extensa agenda para pasarla conmigo, ignorando aquellos que decían que era una perdida valiosa de tiempo.
Todo se sentía tan diferente, podía recordar perfectamente cada uno de los pasillos del palacio, pero algo dentro de mi cabeza me grita con fervor que estaba dentro de una especie de realidad alterna. Una en donde era un desconocido más dentro de mí misma familia.
Llegar al castillo fue un martirio, aun cuando salí del hospital por una de las puertas traseras, los reporteros encontraron nuestro escondite. Los flashes de las cámaras aturdieron las carentes memorias de mi mente, nunca fui amante de los reflectores que dictaban tu vida al ser parte de una de las familias más importantes del mundo, ahora podría decir con veracidad que lo era mucho menos debido al impacto que era para el mundo tener una fotografía del "príncipe suicida".
Título del cual la prensa me había nombrado debido al accidente, no fue hasta que me encontraba solo a lo largo de la madrugada que me di cuenta de la verdad detrás de esas palabras. Me habían encontrado extendido debajo de las escaleras de uno de los salones principales del castillo principal. No era de extrañar que las personas comenzaran a murmurar entre ellos los mitos respecto a la caída.
De mi cabeza no podía sacarme las palabras que me había dicho David unos días antes en el hospital, aún no podía creer como mi propio hermano atentaba sobre el honor de Samuel. El mismo príncipe que actuaba con lógica y veracidad, si había alguien en este mundo del cual le confiara mi vida entera, ese sería sin duda mi primer hermano mayor.
Caminar por los mismos pasillos que mi mente me gritaba que eran los mismos que había visitado hace unos cuantos días, hacia que mi estómago se revolviera con nerviosísimos.
Para mi habían sido escasos días, pero la realidad era otra completamente diferente.
Cinco años sin memoria, aun no podía creer que esto me estuviera pasando a mí. Algo tan surreal que solo pasaba en libros de ficción, por supuesto que aquello tenía que ser protagonizado por alguien de la familia real.
Bendita mi suerte para que yo fuera el blanco principal.
—Bueno, pero que grata sorpresa por fin verte. La tenías bastantes preocupados, primito. Tuve que tomar el primer vuelo desde Noruega para poder venir a verte. —La voz de alguien a mis espaldas detuvo mi andar.
Media vuelta fue suficiente para encontrarme cara a cara con alguien que tenía años de no ver, <<al menos de lo que recordaba con mi escaza memoria>>, Rubén estaba tan resplandeciente como de costumbre, su cabello ahora estaba tintado de un rubio platinado, esto solo provocó que el destello de sus verdes ojos fuera más profundo para cualquiera que lo viera tanto de cerca como a una distancia lejana.
