Capítulo 3

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Otro día en el que tengo que despertarme para ir al colegio, la alarma sonó un par de veces hasta que con pereza extendí uno de mis brazos y la desactive

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Otro día en el que tengo que despertarme para ir al colegio, la alarma sonó un par de veces hasta que con pereza extendí uno de mis brazos y la desactive. Ahora mismo lo único que retumba dentro de mi cerebro son los pesados tacones de mi madre que viene subiendo las escaleras.

—Buenos días, preciosa— exactamente como les dije, entra mi madre a la habitación y quita la sábana que me cubre— Vamos que ya es un nuevo día.

—Ya voy madre— musito con cansancio— Estaré abajo en diez minutos.

—Espero que sea así, porque no tengo el día como para venir a despertarte nuevamente.

Asiento mientras me levanto de la cama y la veo marchase por donde mismo vino tirándome un beso en el aire muy sonriente.

Yo me dirijo al baño, canto un par de canciones bajo la ducha como cada mañana y luego pongo mi uniforme para bajar a desayunar haciéndome una coleta escaleras abajo.

—¿No piensas cambiar de peinado?— pregunta mamá que está sentada en uno de los bancos de la cocina desayunando.

—No, me gusta este y me queda bien.

—Sí, seguro que te queda perfecto— dice con cierta ironía.

—Pensé que la madre siempre veían lindas a sus hijas.

—Y es así— asegura poniéndose de pies y besando mi frente— Para mí eres bella.

—No parecía eso con tu comentario— replicó enfadada.

—No te enfades tan temprano, solo jugaba.

—Mejor me voy que llegaré algo tarde— decido irme ante de que terminemos discutiendo en la mañana.

Si somos la típica relación madre e hija que se aman, pero que también se odian. Algo raro, pero sin duda la amo más que a mi vida.

—Que tengas lindo día— grita desde la cocina mientras yo cruzo la puerta al jardín para buscar a Gustavo.

Ya ven lo que les digo, nos amamos.

—Lindo día para ti también— respondo sin dejar de caminar.

**

Al llegar a la preparatoria entro directamente a mi casillero, me dispongo rápidamente a cambiar de libros porque hoy no pienso llegar tarde al turno, pero al voltear mi rostro unos centímetros me encuentro con la peor escena de mi vida. Mi querido hermanastro Erick y su novia están besándose frente a todos en el pasillo como si nada, ella sujeta su cabello entre sus dedos y él tiene una de sus manos en la nuca de la chica y otra en la cadera.

—¿Estás aprendiendo a besar con ellos?— aparece Gabriela frente a mi vista con una gran sonrisa como cada mañana.

—No, solo me da asco la manera en la que se besan frente a todos— contestó cambiando la vista nuevamente hacia mi casillero para tomar mis libros.

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