Capítulo 2

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Pip Pip Pip...

Era un sonido que no dejaba de inundar sus oídos pero que parecía arrullarlo a la vez, se repetía, y se repetía, y se repetía, pero era incapaz de pedir que alguien lo callara. Se sentía volar en la oscuridad mientras su cuerpo era sujetado por algo que prefería no ver, estaba tranquilo y también deseoso. ¿Qué había pasado? La realidad era que no lo recordaba, para nada, solo recordaba un dolor agudo, sangre, aullidos, un susurro que se burlaba de él mientras destruía y de construía su mente y cuerpo.

No se sentía preparado para saber si eso había sido un sueño o una realidad, pero, quizá la falta de sangre le había hecho delirar en la mayoría de las cosas.

—Mi amor—escuchar ese pequeño susurro de una voz conocida, fue suficiente para que abriera sus ojos. Estaba demasiado iluminado, por lo que entrecerro los ojos de inmediato y soltó un gruñido que resonó por la habitación, al menos hasta que se acostumbrara a lo de la iluminación. Intentó moverse, pero lo único que sintió fue como su pierna estaba siendo sostenida por una tela y su mano enyesada y vendada. Bueno, definitivamente no había sido un simple sueño —Despertaste—escucho nuevamente aquella dulce dulce voz. Su cabeza dio vueltas unos momentos, dirigió sus somnoliento ojos hacia la sinfonía de las palabras que le dedicaban y casi llora al ver a su madre a su lado—Mi bebé, que bueno que despertaste—acarició sus cabellos rubios con delicadeza y lo ayudaba a sentarse más o menos bien

—¿Qué pasó? —preguntó

—Un lobo salvaje te atacó por la noche, mordió tu brazo y pierna, cuando llegó la ambulancia estabas casi desangrado y tenías algunas cosillas rotas—bueno, eso explicaba el olor a la sangre que recordaba, el aullido y el profundo dolor. Pero no resolvía el susurro de una voz fantasmal que lo rompía y obligaba a ser otra cosa. Antes de poder abrir la boca, un profundo hedor a pasto mojado llegó hasta sus fosas nasales y sonrió. Como un pillo en su apogeo de travesuras

—¿Esta lloviendo? —preguntó entre risas mientras seguía inhalando con placer, el olor de la tierra mojada era un placer que tanto su novia como él disfrutaban. Contrario a la respuesta que esperaba, su madre sólo levantó la ceja confundida y negó suavemente

—No, él día es soleado y fresco—

—Hmmm—jadeo, eso había sido extraño, juraba que ese olor estaba ahí en el aire casi al lado de él. Decido ignorarlo y abrió más los ojos para ver todo el espacio de su habitación. Estaba conectado a una bolsa de sangre y suero, tenía la máquina que media los latidos de su corazón y también su peor a era sostenida por un cabestrillo. No le dolía tanto como antes, quizá había durado inconsciente mucho tiempo y por eso el dolor era menos—¿Cuánto tiempo llevó dormido? —

—Unos días—lo suposo— Elizabeth no se separó de tu lado en ningún momento, hasta ahora, fue a darse una ducha y por algo de comer—sonrió pasando las yemas de sus dedos por las blonda hembras en un acto de amor maternal. Un acto que deleitó al hombre pero también que no le tomó mucha importancia, tenía la mente en una sola cosa

Elizabeth

El simple pronunciar de su nombre era una delicia que le llenaba la mente, era una gloria que hacía latir su corazón más rápido de lo normal y ponía su piel de una temperatura elevada. Era sublime, como el tacto de una diosa o como si estuviera pronunciando palabra sagrada o maldita. Una adicción que no sabía que tenía, unas ganas inmensas de abrazarla y hundir su nariz en su cuello. Un deseo bestia de arrancarle la ropa y probar sus sabor, de escucharla hacer esos sonidos que podían volver loco a cualquier hombre o mujer, sentir sus curvas, apretar su cuerpo contra el suyo, permitirle que supiera a quien pertenecía, morderla hasta sacarle la sangre de ser necesario, pero marcarla.

Nocturnal AnimalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora