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¡Esto era un infierno!

Definitivamente no podía describirse con otras palabras. Dian, a quien estuvo siguiendo por años y obtuvo más rechazos de los que podía contar le dijo que era su compañero.

Aún no sabía cómo es que todo lo que sentía podía ir en el mismo paquete, tenía unas ganas histéricas de reírse y a la misma vez llorar. El aguijonazo de la traición estaba haciendo mella en su coraza, la ira, la decepción y algo que no sabía describir, pero Mark creía que era miedo.

Estaba aterrado de lo que su compañero vio en él. Que lo mantuviese lejos todo este tiempo debía significar algo.

Probablemente Dian no estaba muy conforme con su compañero.

Eso debía ser.

Mantenerlo alejado todo este tiempo fue porque no quería aceptar la cruel realidad de que tenía un compañero como Mark ¿no? Tal vez estuvo esperando tanto tiempo a una Omega que la decepción lo consumió al ver que obtendría un Alfa.

Que lo buscara ahora quería decir que se cansó de negarlo, conformándose con la triste realidad de no poder tener a otro. Eso lo hacía sentir como basura, o algo peor que eso.

A estas alturas no sabía que podía ser más bajo.

Mark siguió caminando por la maleza, corrió tanto que sus patas dolían y no podía identificar dónde estaba, lo más inteligente era dar media vuelta y comenzar a caminar por donde mismo vino siguiendo sus huellas, pero, ¿a dónde volvería? ¿Estaba dispuesto a regresar al lado de un compañero que no lo quería? ¿Tan siquiera valía la pena seguir suspirando por ese Alfa idiota?

Mark achicó los ojos cuando una espesa niebla lo rodeó, eso no era un fenómeno natural.

Aulló cuando su pata quedó atrapada en una trampa, la plata se incrustó tan profundamente que probablemente rompió el hueso. Evidentemente los lazos con su familia lo volvían débil, ya era la segunda vez en la semana que pasaba esto. Lo mejor en estas situaciones era evitar entrar en pánico, debía salir de la trampa, pero sólo podría liberarse si cambiaba a humano otra vez, la plata en su pata quitaba toda posibilidad.

Miró alrededor buscando la procedencia del ruido, el chasquido de las botas contra el suelo, ramas rompiéndose, y finalmente tres humanos se pararon frente a él.

—¿Puedes ver esto? Uno de esos malditos animales traspasó nuestro límite —gruñó con una sonrisa.

—Veamos que tenemos aquí —dijo uno agachándose y tomando la placa de su pecho. Mark dejó que la leyera y hablara por él.

Se suponía que las chapillas estaban ahí para identificar a los cambia-formas. Después de la guerra se firmaron varios tratados, estos incluían que los cambiantes no le harían daño a los humanos de ninguna forma a no ser que fuera en defensa propia.

Si por algún motivo algún cambia-formas se volvía loco era cuando lobos como Dian y él intervenían, ya que no podían mantener a su especie en cárceles humanas. Dicho tratado también hablaba sobre no hacerle daño a los cambiantes.

Era un trato más que justo, pero el humano que leyó su placa abrió los ojos en grande y miró a sus compañeros.

—¿Recuerdan el nombre de esa bestia que hace poco acabó con nuestro acampamento?

—Por supuesto, Orión Lynn, se supone que es el Rey de estos animales —Oh, maldita sea, eso no sonaba muy bien que digamos.

—Bueno, creo que tenemos a uno de sus hijos.

—¿Qué? ¿Es en serio? —se carcajeó uno tratando de leer su chapilla, Mark no cometería el mismo error otra vez, aunque ya era tarde, lo amenazó con sus filosos dientes —. Jeremías, trae el collar especial, este nos dará mucho dinero.

Predestinados IV: Lazos de Familia (AlfaxAlfa)Where stories live. Discover now