Pureza de la sangre || Blaise Zabini

𝐒𝐢𝐱

-¿No lo entiendes? Es estúpidamente peligroso hacer eso, llevan más de una semana sin activar el rastreador Stark ¿Y ahora me dices que buena idea activar el tuyo? -Dijo azabache después de escuchar a la joven.

-Eres tú quien no entiende Laufeyson, llevamos más de dos años investigando y tratando de encontrarlos -suspiró. -Activarlo no hará daño, mucho menos que ellos me rastreen y lo sabes perfectamente. -sentenció la joven mientras daba la vuelta cruzando los brazos.

-Lia entiéndeme, sé lo difícil que es para ti no poder encontrarlos y lo mucho que quieres hacerlo, pero en verdad no quiero que nada te pase cariño. -Suspirando y con la cabeza baja se dio la vuelta para verlo a la cara, tenía los ojos llorosos y su expresión estaba llena de preocupación. -No quiero perderte Stark, eres como una hermana para mí y después de perderla a ella el miedo de que pase lo mismo contigo nunca me abandona.

-Loki, estaré bien, lo prometo. -comentó limpiando sus lágrimas con el dorso de la mano. -Pero ponte en mi lugar, ellos son mi familia al igual que ustedes, sin embargo... -añadió ahogando un sollozo, cubriéndose los labios con las manos hasta calmarse y continuar -las circunstancias son distintas, ellos y yo tenemos el mismo pasado y quiero que tengamos el mismo futuro.

-¿Por qué enfocar tu mente en el futuro si tu corazón no quiere llegar al mismo? -sin dar tiempo de responder cortó la llamada, dejando un silencio sepulcral en la habitación el cual fue reemplazado inmediatamente con el llanto de aquella joven.

Las semanas pasaron de una manera lenta y tortuosa, Lia esperaba con ansias que el mes terminara lo más pronto posible; las cartas cada semana llegaban con diferentes nombres y las galletas se habían vuelto en las favoritas de toda la casa escarlata, pues los rumores decían que su sabor era indescriptible.

Algo nuevo en su rutina fue la insistencia de dos pelirrojos en entablar una conversación respecto a su mapa, cosa que era evitada por los Slytherin, aún así la presencia de aquellos chicos era tanta que comenzaban a quedarse sin pretextos para alejar a la joven de ellos.

Ese fin de semana no fue la excepción de la rutina, pues por la tarde comenzaron a llegar varias lechuzas al comedor y como de costumbre aquella lechuza blanca de ojos hipnotizantes se acercó a la joven, entregando rutinariamente varios sobres junto con aquellas pequeñas cajas enumeradas. Lía pudo observar un nombre algo peculiar en una de las ellas, pues tenía las iniciales "R.B" en el centro; rápidamente se deshizo de cualquier envoltorio encima y divisó lo que era una caja hecha de ébano con trazos en forma de cuervos siendo rodeados por estrellas de diferentes tamaños.
Por dentro de la caja se podía ver una sudadera con una serpiente bordada en el centro, el hilo plateado resaltaba en forma de escamas así como las pequeñas piedras en forma de ojos de aquella figura; a un lado de esta se encontraban varios paquetes de forma diminuta junto a tres cajas más; ordenadas por tamaño. Al abrir la primera pudo divisar un brazalete formado por varios cuervos sostenidos entre sí, en la siguiente observo con fascinación un pequeño guardapelo en forma de corazón que por dentro tenía la foto de dos personas; por último encontró el pedazo de un espejo que al revisarlo detenidamente divisó al otro lado la que era una habitación vacía.