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Sus ojos, pequeños, redondos y de color café, nunca conocieron otra cosa que la acción de ver como la violencia era dirigida hacia él y como burlonas caras se reían de su dolor.

Su único consuelo.

Su única paz.

Su única luz.

Su único todo era aquella menuda mujer de largos cabellos castaños que le regalaba una amable y delicada sonrisa mientras acariciaba su cabello y le daba con gran alegría un nuevo libro de cultivación.

Ahora estaba por perderla y no podía tratarla por una estúpida razón.

Por ser una prostituta.

Por ser algo que no pidió pero que era lo único a su alce para poder alimentarlo.

El odió comenzó a llenar su corazón.

Entonces, algo brillo frente a sus achocolatados ojos, firmé, fuerte e inexpugnable, tan inamovible que se le cortó el aliento aún y cuando algo cálido pintó de carmín su rostro.

-¿Que diablos crees que haces? -pregunto friamente entre dientes una desconocida voz-

Fue en ese momento que Meng Yao parpadeo que noto que no era un hombre gigante, era tan solo un niño un año menor que él.

-J-Joven maestro, perdón, perdón -se arrodilló rápidamente- solo iba a aleccionar a esta basura cuando usted- -

Jiang Cheng gruño y limpio la sangre de su frente, siendo rápidamente la herida cerrada gracias a su alto cultivo.

-Cierra la maldita boca y pierdete antes de que te corte las manos -

Hiiik! -chillo el regorte hombre antes de ponerse de pie y correr hacia su establecimiento-

Al perder ya de vista a aquel Beta Jiang Cheng se dio la vuelta y conectó sus orbes con las del enano que tantos problemas le dio en el pasado.

Meng Yao brinco en su lugar y bajo rápidamente la mirada.

-J-Joven maestro, g-gracias por- -

-¿Que diablos haces? -pregunto con hosquedad Jiang Cheng-

El de claros cabellos castaños se tensó mientras apretaba sus puños.

¿Acaso aquel pequeño niño iba a burlarse de él entre insultos?.

¿Iba a patearlo y escupirle?.

-Te pregunte que hacías-

-Y-Yo- -

-Ponte de pie tonto -bufo- las heridas pueden infectarse con la tierra-

Las orbes chocolate de Meng Yao temblaro con cierto brillo, dudoso alzó la mirada, al no ver desprecio o asco en los ojos contrarias fue colocándose poco a poco de pie, más cuando lo logró un gemido de dolor escapo de sus labios mientras se tambaleaba con dirección al suelo.

Un gruñido se escuchó y a los segundos él de castañas hebras era levantado en el aire.

-¡Joven Maestro! -grito con mejillas rojas-

Te Haré Felíz -XiCheng-Where stories live. Discover now