💛 43 💛

52 6 43
                                    

"... Yo solo quería un hogar

y que envejeciéramos juntos,

pero la vida

no me preguntó que quería..."

Enero de 1942

El mundo entero estaba en vilo, a expensas de cada movimiento que hacía el ejército estadounidense en su ofensiva.

La incertidumbre y el miedo de las personas de nacionalidad japonesa que vivían en América se acrecentaba.

Cada día la gente los insultaba o maltrataba solo por ser de aquella nacionalidad.

Las noticias llegaban a montones cada mañana, Yuta se encontraba su escritorio invadido de notas cada día, incluso se le había dado otra sección del periódico para que pudiese mantener actualizado todo lo que se refería a la guerra.

Nadie se había fijado aún en quien firmaba aquellos artículos, no había quejas hacia su persona por ser japonés y eso lo tranquilizó de sobremanera, sin embargo la opción de usar un seudónimo le pareció más segura.

Sabía que estaba siendo un poco paranoico, pero era algo natural en él tener miedo y no podía evitarlo.

Una de aquellas mañanas fue cuando recibió unas fotografías, junto con algunos garabatos y nombres en japonés.

Era la foto de un barco que zarpaba de uno de los puertos más cercanos de Brasil, perteneciente a la armada alemana y que transportaba civiles japoneses que habían sido reclutados para la guerra.

No pudo evitar observar sus caras de tristeza y desánimo.

Era tan injusto, el mundo en el que vivían era totalmente injusto.

Yuta tragó duro, pero guardó aquella información como su secreto, para no preocupar a nadie, no necesitaban saberlo.

Tres días más tarde, mientras tomaba tranquilo su desayuno, con Hitomi sentada en su regazo comiendo una tostada, vió un coche negro aparcarse justo delante de la puerta de su jardín.

Un hombre de traje se bajó de él, corroborando la dirección del sobre que traía en la mano con la numeración de la casa.

Tocó el timbre y esperó.

Yuta respiró hondo, con cierta incertidumbre cosquilleando la piel y se dirigió hasta él.

-¿Señor Yuta Nakamoto?- preguntó el hombre serio, con duro aspecto de diplomático.

-Sí, soy yo- respondió en japonés.

-Esto es para usted, cumpla con lo que se le solicita y no tendrá problemas- advirtió dejando en sus manos aquel sobre marrón con letras que reconoció al instante como su idioma materno.

Un sello negro plasmado en una esquina, donde podía leer algo de embajada japonesa y por último otro sello que lo paralizó: las iniciales del ejército nipón.

Y Yuta tuvo miedo, entró en pánico aún antes de leer lo que allí decía, porque él sabía... sabía perfectamente de qué se trataba y miró con los ojos llorosos a su hija recogiendo unas flores para llevar al colegio, a su mujer con Haruto dormido en sus brazos juntando los platos y a la cocina de su vecino, donde podía ver a San a través del cristal tomándose su café.

Las piernas le temblaron de repente y la piel de su rostro palideció, sintiendo como un frío mortal se le colaba en los huesos.

El pánico adueñándose salvajemente de él, porque no estaba preparado para eso, era un intelectual, ¿que haría él en una guerra?.

Indecentes    San / YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora