Cinco

1 0 0
                                    

Al día siguiente Sam no vino a clase porque tenía dentista, de modo que le llamé para comentarle todo lo que tenía que hacer para ponerse al día.

—¿Sam?

—Hola, Nico. Dime.

—Hay que hacer un trabajo para historia. ¿Vienes a mi casa y lo hacemos?

—¿Qué pasa, tienes miedo de encontrarte con otra fiesta en mi casa?

Ese comentario no me gustó nada, pero intenté ignorarlo.

—Lo hacemos en mi casa.

—¿Por qué?

—Porque yo sé lo que hay que hacer. Ven dentro de 10 minutos ¿vale?

—Vale, Nico. Hasta ahora.

A continuación, avisé a mi madre de que Sam llegaría pronto. Diez minutos más tarde, llamó a la puerta.

—Hola, Sam.

Mi amigo me saludó con unos golpes en la espalda y entró en casa.

—Buenas tardes, Sra. Tyler —saludó Sam desde el recibidor.

—¡Estaremos en mi cuarto! —le grité sin esperar respuesta.

Subimos y Sam se sentó a mi lado.

—¿Qué tenemos que hacer?

Le expliqué de qué trataba el trabajo y buscamos por Internet imágenes que más tarde imprimimos para ir colocándolas en una cartulina que yo tenía guardada de otros años.

—¿Hay novedades respecto a tu Dulcinea? —me preguntó.

Su cuestión me pilló tan desprevenido que a punto estuvo de pegar la foto donde no tocaba.

—La verdad es que no —respondí algo asqueado—. Y tampoco me apetece hablar de ello. Ya es suficiente con que mi cabeza me juegue una mala pasada cada vez que veo a una chica en el insti.

Sam arqueó las cejas.

—¿Qué quiere decir eso?

Coloqué los brazos en jarras.

—¿Qué va a querer decir? Pues que, si tanta gente hubo en tu fiesta, seguramente la mayoría de los invitados fueran del instituto. Seguro que alguna de las chicas con las que nos cruzamos cada día por el pasillo sabe algo, pero no quiere confesarlo porque no quiere admitir que se ha liado conmigo.

—No lo sé, Nico. Me gustaría ayudarte, pero todos nosotros bebimos y tampoco nos acordamos de nada.

Terminamos el trabajo dos horas después. Sam, agotado, dejó caer la espalda en el respaldo de su silla mientras resoplaba. Yo lo imité.

—Espero que nos ponga un 10.

Asentí. La verdad era que me gustaría mucho haber tenido ese diez.

—¿Vamos a ver a Rachel? —sugerí. Eran casi las ocho de la tarde y le había prometido a Rachel que la llamaría; en cambio, no lo había hecho por falta de tiempo. Solo podía recompensarla yendo a su casa.

—¿Eso es que te has dado cuenta de que ella fue tu amor? —me preguntó Sam colocando los brazos tras la cabeza.

Lo miré, interrogante. ¿Qué le sucedía a mi amigo? El dentista no debía de haberle sentado tan bien como imaginaba.

—No. ¿Por qué dices eso? —le pregunté tenso.

Sam se encogió de hombros y se incorporó en su asiento.

—No haces más que decir que fue con una persona que no conoces porque te niegas a admitir que serías capaz de liarte con Rachel simplemente por ser tu amiga de la infancia y la más cercana. Me sabe mal decirte esto, pero, no te veo liándote con la primera que pilles y mucho menos estando borracho. Incluso pedo sé que tú conservas algo de conocimiento ahí dentro.

¿Atracción o repulsión? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora