Capítulo 3: Lágrimas de una madre

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Sora abrió los ojos, luego de soñar con bosques y pueblos llenos de aventuras que explorar, solo para regresar a su pequeño mundo en su habitación solitaria en las profundidades del castillo. A juzgar por la luz que le hacía llegar un pequeño tragaluz que daba a su habitación desde los jardines, ya debía ser cerca del mediodía. Ese día no tendría clases, o ya lo habrían despertado. Varios días a la semana, profesores y maestros obligaban a los ponis que vigilaban su puerta a despertarlo y acompañarlo a un baño cercano para preparase para sus lecciones. Pero pronto las palabras y grandes disertaciones acerca de lo que había fuera de su habitación lo llevaron a querer experimentar todo lo que esas cuatro paredes no podían darle, y con ese deseo, también descubrió la presencia y razón para los ponis que se mantenían firmes fuera de su morada.

Se sintió tentado de hacerles correr, de salir a la carrera por la puerta, tomarlos de sorpresa, y obligarlos a que lo persigan para ver que tan lejos podría llegar. Pero ese juego había perdido gracia. A la quinta vez de que lo hizo, otros dos guardias se apostaron al final de la escalera que subía hasta uno de los pasillos, y de la sétima a la octava, prácticamente ya lo estaban esperando para inmovilizarlo y regresarlo. Se preguntó si la razón por la que no habría lecciones era por su último intento de escapar. El día anterior tuvo suerte y pudo no solo subir toda la escalera, sino que pudo evadir a los dos que lo esperaban en lo alto de la escalera y echar a correr por uno de los pasillos. Llegó a darle una buena mirada a los detalles de las columnas y dar varios giros en varias esquinas, encontrándose con diferentes ponis en el camino. Esa era la parte más divertida del juego. Ver otros rostros que no sean los que continuamente lo tenían vigilado o querían darle lecciones. Habría podido ver mucho más de no ser porque al pasar por una puerta, se encontró con un pasillo enorme, el doble de grande de lo poco que había visto en su vida, y se quedó maravillado al ver las ventanas llenas imágenes de ponis y sucesos que solo había escuchado hablar en sus clases. Por desgracia, el quedarse mirando las ventanas es lo que les dio la oportunidad a sus perseguidores de atraparlo y llevarlo de regreso. No volvió sin pelear. Dio unos cuantos gritos y estuvo seguro de que llamó la atención de varios ponis mientras lo arrastraban de vuelta a su prisión.

Esa misma noche, Madre lo visitó. Otra de las ventajas del juego. Madre siempre lo visitaba cuando lograba un buen avance en uno de sus juegos, o lograba aprenderse bien una de las lecciones que los vejestorios le querían enseñar. Pero no importa que evento, siempre parecía contenta, siempre apremiándolo, aunque advirtiéndole que no cause demasiados problemas. De hecho, sus intentos de escapar fueron los que le consiguieron los comics de Naruto, y casi siempre que Madre venía, le daba un número nuevo.

Con ese pensamiento alegre, tocó la puerta de su habitación, la abrió ligeramente para encontrarse con las caras serias de sus guardianes, y les pidió que le permitieran ir al baño. Rápidamente, uno se adelantó para cubrir la escalera al final del pasillo mientras el otro se ponía a un lado y fuera de su vista. Precavidos, y tramposos. Pero pese a la tentación, Sora simplemente caminó hacia el baño. Todavía no había terminado de leer el último número de su comic, así que no habría intento de escape, no en ese momento, no en ese día.

Naruto... él sí que lo entendería- Pensó mientras hacía sus necesidades y se lavaba las manos- Los maestros solo lo mencionaban como una nota extra en historia reciente, y comentaban que había mucho más de leyenda en ese personaje que realidad, pero Sora estaba convencido de que él fue real, y fue el más grande héroe de Equestria. Naruto vivió aislado y lejos de todo, como él, durante su infancia, pero sus comics relataban como pasó de ser un solitario a ser el más amado y reconocido héroe de su mundo. Sora leía una y otra vez de sus hazañas, y soñaba con el día en que pudiera ver el mundo como su ídolo, y que incluso miles de ponis lo reconocieran y lo llamaran héroe. Ése fue su primer sueño.

My Little Shinobi: Flaming SoraWhere stories live. Discover now