Capítulo 4: El Nuevo Mundo

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Sora recibió sorpresa tras sorpresa los días siguientes a su pequeña escapada, no le dejaron tiempo a volver a intentarlo.

Para empezar, sus tutores no regresaron, en su lugar, un poni alto que nunca conoció llegó los pocos días a su habitación. Era un poni de aspecto severo, con cabello oscuro peinado hacia atrás, una pequeña barba de punta en su mentón, y vestido con una túnica de cuello alto con una cinta roja que colgaba en diagonal en su pecho con un medallón dorado que llevaba grabada una herradura rodeada de una corona de laurel.

Sora inclinó ligeramente la cabeza en señal de saludo, como era su costumbre, gesto que el nuevo visitante no respondió, sino que se quedó mirándolo con mirada analítica.

- ¿Quién es usted? – Preguntó el chico.

- No es necesario que te lo diga. Todo lo que debes saber es que soy un nuevo tutor que fue convocado por la princesa Celestia. He venido esta única vez para poner a prueba tus habilidades y determinar que tanto valor tienes.

Sora se quedó mirándolo, sin entender. ¿Una prueba? ¿Para qué?

- Si ya terminaste con tus preguntas, empecemos... - Continuó el poni, haciendo una señal a un guardia, que entró con un carro con 8 tazas de té vacías y una tetera- Usa tu magia, y sirve el té en todas las tazas, sin derramar una gota.

Así estuvo la siguiente media hora. El poni le ordenó servir te, hacer flotar las tazas y que giren alrededor de él sin que ninguna se derrame, volver a colocarlas en el carro y repetir el mismo ejercicio 3 veces. Luego, hizo aparecer una repisa llena de libros, y le ordenó hacer levitar a todos, y luego volver a colocarlos uno por uno en la repisa según sus instrucciones, pero sin dejar que ningún libro toque el piso. Al poco tiempo, Sora estuvo más cansado de lo que jamás estuvo. Jamás le habían pedido que realizara actividades tan exactas utilizando magia.

Sin embargo, su mente estaba tranquila, y su voluntad llameante al encontrarse frente a un desafío. Si el realizar todas las actividades al pie de la letra impresionó en algún momento al poni, no lo hizo notar. De hecho, parecía más interesado en buscar la manera de hacerlo flaquear.

Finalmente, el poni hizo traer de afuera de la habitación una maceta con un pequeño tallo plantado que apenas tenía un brote.

- Hazlo florecer- Ordenó el poni.

- ¿Qué? – Preguntó Sora. Nunca le habían pedido aquello. De hecho, era desproporcionado a lo que acababa de hacer. Levitar era sencillo, pero ni siquiera sabía que podía hacer florecer plantas con magia- ¿Cómo voy a hacer eso? No sé cómo.

- No vine aquí a enseñar ni a saber que es o no lo que sabes- Respondió el poni con severidad- Solo concéntrate y enfoca tu voluntad en lo que te ordené. Hazla... florecer...

Sora miró ceñudo al poni, pero no dijo nada más. Miró la planta, y cerró los ojos. Estaba cansado. Sudaba por la frente, y no sabía ni siquiera que era lo que tenía que hacer. Aun así... concentró todo el esfuerzo que le quedaba en la maseta y dejó que la magia fluyera mientras se concentraba en la imagen que había visto en libros de una planta abriéndose.

A los pocos segundos, todo lo que escuchó fue un estruendo, y vio que la maceta había caído al suelo, con el pequeño tallo aun cerrado y sin aspecto de cambiar.

Sora miró al poni, que lo miraba ceñudo, aunque no dijo palabra. El poni hizo brillar su cuerno, y la maceta se reparó por si sola mientras que la tierra y el tallo regresaban a como estaban antes. Acto seguido, la colocó en el carro junto con las tasas y se dirigió hacia la puerta.

- ¡Espere! – Exclamó Sora- ¿Cómo lo hice?

El poni se paró entre medio del alfeizar de la puerta, y lo miró de reojo, y luego a la repisa con libros que había hecho aparecer anteriormente.

My Little Shinobi: Flaming SoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora