~30. Nosotros, ella y él~

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Quince años más tarde

Escuchaba la música y toda la algarabía que estaba haciendo mi familia desde la cocina. Mientras mezclaba los ingredientes de la ensalada rusa, seguía pensando que había sido una mala idea hacer una reunión familiar de nuevo el veinte y cuatro de Diciembre. Ese tipo de festividades provocaban que la gente estuviera más exaltada de lo normal, y eso incluía a mi alocada familia.

No sé si se debía a que tenía treinta y dos años, y la edad estaba provocando que me disgustaran las aglomeraciones, o simplemente ese tipo de reuniones y todo el ruido que las acompañaba simplemente ya no eran de mi agrado. Terminé de unificar todo y coloqué la mezcla en un bonito molden de vidrio que le regalé a mi madre hace dos navidades.

— ¿Ya terminaste, mi amor? —Carlos entró a la cocina por la puerta trasera que daba acceso al patio, ocasionando que el ruido que estaban produciendo las personas que se encontraban ahí fuera más notable. Me olvidé del bullicio, me concentré la piel morena de Carlos, y en sus ojos de un tono similar a la miel captaron mi atención.

—Sí —Le señalé el lugar donde se encontraba la ensalada, procedí a lavarme las manos, y noté el anillo colocado en mi dedo anular izquierdo. Habían pasado siete años desde que me había casado con Carlos, y a pesar de todos los años que habíamos estado juntos seguía pensando que había sido la mejor decisión que tomé.

—Me alegra saberlo —Carlos me abrazó desde atrás y luego depositó un beso en un costado de mi cuello—. Espero que ahora dejes de esconderte en la cocina y te dignes a compartir con nosotros.

—Carlos... —No logré terminar la oración porque mi querido esposo habló al mismo tiempo.

—Lo sé, lo sé —dijo, mientras me daba media vuelta con el objetivo de mirarme a los ojos—. Sé que este no es tu ambiente, pero sabes que tus padres se sienten mal cuando estás tan apartada. Así que haz un pequeño intento, por favor —Sus hermosos ojos claros llenos de amor me convencieron.

—Está bien. Voy a salir en un momento —expuse resignada, pero al mismo tiempo me hacía muy feliz el hecho de que se preocupara por la relación que mantenía con mis padres. Carlos desconocía la razón por la cual a veces éramos un poco distantes, sin embargo, siempre intentaba que compartiéramos juntos y nos lleváramos bien.

En comparación con los primeros años que pasaron desde la partida de mi hermano, mi relación con mis padres era maravillosa. Nada volvió a ser igual, pero hablábamos de vez en cuando por teléfono, los visitaba una vez a la semana y pasaba fechas importantes con ellos y el resto de mi familia. Aquel tema quedó enterrado y olvidado desde algunos años, y mis padres actuaban como si nada hubiera pasado, había sido un doloroso y largo proceso, pero las cosas estaban bien.

—Yo me encargaré de llevar esto, así que no te preocupes —Carlos tomó el plato—. Te espero afuera, amor —Salió de inmediato mientras yo me dirigía a beber agua, y durante unos segundos el ruido que se coló a través de la puerta se apoderó del lugar.

— ¿Dónde está el pollo? —preguntó alguien de repente.

—Todavía está en el horno —respondí, al mismo tiempo que lavaba el vaso que acaba de utilizar—. En unos diez minutos... —Cuando di media vuelta olvidé por completo lo que iba a decir al ver quien estaba parado justo en frente de mí después de tantos años, actuando de manera casual como si nada hubiera pasado.

—Hola, Dessire —Se atrevió a decir Jonathan después de un largo silencio. Sin embargo, yo solo continué observándolo y analizando todos los cambios que había experimentado. Su piel estaba muy bronceada y su cuerpo era más musculoso, seguro debido al trabajo en el campo. Era muchísimo más alto y pude notar algunas líneas de expresión en las esquinas de sus ojos. Pero al igual que yo no lucía de acuerdo a su edad, a simple vista nadie podría a adivinar que tenía treinta y tres años.

[Completa] Nosotros, Ella y Él (+18)Where stories live. Discover now