Capítulo 19

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Sunan terminó de vestirse y, después de desayunar, preparamos el cuadro y nos fuimos hacia la taberna. Parecía que los nervios iban a traicionarle en cualquier momento. A fin de cuentas, tendría que hablar con su nieta.

Ahogué un escalofrío. Me resultaba extraño saber que Sunan había vivido tres vidas, y me dolía la certeza de que las había pasado torturándose a sí mismo. Interiormente me prometí que, si todo salía bien, me aseguraría de que Sunan fuera plenamente feliz. No sabía cómo iba a llevar a cabo ese plan, pero la ejecución no era lo importante, sino la idea que se había asentado en mi interior y que estaba echando raíces cada vez más profundas.

—¿No te resulta extraño que Dickens no estuviera en casa esta mañana? —me preguntó Sunan de pronto—. Últimamente parece estar dondequiera que mire.

Me sobresalté al instante. Esperaba que ese sinvergüenza estuviera escondido en la cueva más oscura y no regresara jamás, pero no pensaba decírselo a él, no hasta que descubriera cuándo era Dickens y cuándo el Errante. O si, quizá, siempre era el Errante.

—No lo sé. Quizá haya ido a cazar ratones.

Sunan me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Qué me estás ocultando? —me preguntó.

Compuse una mueca. A menudo, olvidaba que él podía sentir exactamente lo mismo que yo a través del lazo, por lo que mentirle a Sunan era imposible.

—Nada. ¡Anda, ya hemos llegado a la taberna! —dije, echando a correr hacia la parte de atrás de la taberna de Gwynda.

Por fortuna, Sunan no hizo más preguntas y me siguió en silencio, como siempre hacía. Dedujo que se lo contaría cuando estuviera preparada, algo que no sabía si sucedería pronto.

Tulk se puso tan contento cuando me vio que estuvo a punto de saltar por encima de la valla. Tras darle su ración de alfalfa y de caricias detrás de las orejas —algo a lo que Sunan también se sumó, pues le encantaban los animales—, decidí llamar a la puerta de Gwynda.

Los lazos del mar [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora