Capitulo 8

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Unos minutos después, yo estaba apoyada en el pecho de Luigi, me fui recobrando de aquel estado de inconsciencia en que había quedado sumida feliz y satisfecha, y sentí el calor del cuerpo de Luigi junto al mio. Pero cuando me puse a pensar, una extraña inquietud se apoderó de mi, y en un momento la magia se vino abajo, hecho pedazos, y surgió la realidad...

Luigi me había dicho que los días de espera le habían parecido una eternidad. Entonces, no era que me hubiera esperado una eternidad a mi, como había pensado en un principio. Había sido una tonta al creer que era especial para él, pero, sin embargo, mis sentimientos para Luigi eran los mismos.

En cualquier caso, no sabía si Luigi había advertido que era virgen, ni podía prever su reacción. Quizás me preguntaría por qué había querido hacer el amor con él y entonces, yo no podría decirle la verdad... Porque la verdad era que le amaba, y que quería que él me amase a mi de la misma manera.

Cuando abrí los ojos, vi a Luigi de pie y mirándome de una manera muy especial, con cierto asombro y confusión. Era evidente que lo había notado, y, a juzgar por su expresión, pretendía hablar de ello.

Sin atreverme a mirarle, me senté en la cama, de espaldas a él, cogí su camisa del suelo y me la puse.

-Me apetece un café - dije con voz vacilante.-  Voy a prepararlo.

-Muy bien.

Me puse de pie, y no pude evitar sonrojarme cuando Luigi paseó su insistente mirada por mi cuerpo, apenas cubierto por la camisa.

-¿No te importa que me ponga tu camisa, verdad? - pregunté mientras terminaba de abrochármela.

-No me importa en absoluto, Mich- respondió él con una sonrisa burlona y desconcertante.

-¿Cómo te gusta?

-Me encanta tal y como lo hemos hecho.

Yo me sonrojé vivamente.

-No, no digas eso. Te pregunto que cómo te gusta el café.

-Sólo.

-Entonces... ¿te pongo una taza?

-Sí, gracias.

Salí del dormitorio rápidamente, y cuando llegué a la cocina, tenía los ojos llenos de lágrimas. Luigi se estaba riendo de mi, descaradamente. Nunca me había imaginado que reaccionaría así.

Al cabo de un rato, se oyó un rumor de pasos y Luigi entró en la cocina.

-¿Por qué están los armarios tan vacíos?  - pregunté mientras ponía el café en la cafetera eléctrica y no tener que hablar de lo que la ponía tan nerviosa. No hay nada de comida, aparte de lo que sobró de anoche.

-Porque la casa está en venta. Dime, Mich -añadió, atrayéndome hacia él por la cintura, ¿por qué no me lo dijiste?

-¿El qué?

-Sabes perfectamente a lo que me refiero.

Yo desvié la mirada.

-La verdad es que se me olvidó.

-No me lo creo. Dime la verdad.

-Bueno, pues porque no surgió el tema, y además, yo creía que no ibas a darte cuenta.

-¿Cómo iba a surgir el tema, Mich? Hoy en día es muy extraño encontrar a una mujer de veintitrés años que sea virgen, y muchísimo menos una mujer tan guapa como tú. Y, por supuesto, lo noté.

-Pero antes... antes de que llegara el momento... ¿te habías dado cuenta?

-Mira, cuando supe que eras virgen, ya era demasiado tarde para los dos, y no se podía hacer nada. Debiste decírmelo en cuanto nos metimos en la cama.

Mentiras, Traición y Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora