La psicópata y la psiquiatra

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Bienvenidos al club Royal wishes, un lugar donde puedes divertirte como quieras, ser quien quieras ser, donde puedes cumplir cualquier fantasía

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Bienvenidos al club Royal wishes, un lugar donde puedes divertirte como quieras, ser quien quieras ser, donde puedes cumplir cualquier fantasía.

Ese era un magnífico titular.

Uno que inspiraba a las personas de aquella ciudad. La oscuridad tenía un efecto particularmente raro sobre ellos. En el día parecían ser "normales". Gente con empleos comunes, vidas ordinarias y hasta con deseos comunes. Sin embargo, al caer la noche olvidaban la normalidad, la moral y se rendía a sus deseos y fantasías más oscuras. Esas que nunca contarían en voz alta, aquellas que se consideraban retorcidas o anormales.

¿Dónde podrían saciar su sed de hacer al prohibido?

¿Quién les ofrecería un lugar seguro para ser libres de la crítica de la sociedad?

En la oscuridad, al tomar la segunda avenida, bajando las escaleras, encontrarían ese magnífico lugar, ese espléndido y sorprendente club.

Un lugar de sueños macabros, donde podían cumplir todo lo que quisieran. Nadie los juzgaría, no habría peligro de ser descubiertos. Podían ser libres...

Porque aquí nadie era malo o bueno. En cada uno de nosotros existía oscuridad, solo que algunos le daban rienda suelta a esta y terminaban consumidos. Dementes. Otros evitaban que saliera a toda costa, pero esos los volvía peores. Aun si se contuvieran por años, la oscuridad siempre salía, y cuando estallaba no tenía control. Eran salvajes, desesperados e incluso letales. Muy pocos conseguían el tan anhelado equilibrio.

Amada Bell lo sabía muy bien. Conocía lo que era rendirse y dejarse dominar por la oscuridad, pero también llego a conocer la luz. Pero, ella era un caso aparte, porque aunque sabía lo bien que podía estar en la luz, se quedó por voluntad propia en las sombras, y ¿Por qué no compartir esa oscuridad con el mundo?

Una mente dañada y corazón que no sentía nada.

Abría las puertas de su club para todos aquellos que quisieran dejar la luz por unas horas. Creaba los mejores escenarios para sus clientes, les ofrecía todo tipo de delicias, juegos, todo aquello que sus corazones perversos desearan. Porque Amada cuidaba y consentía a todos sus conejitos.

Oh, si

Sus conejitos...

Sus adorados conejitos que trabajan para ella.

Esas pobres almas que fueron abandonadas y juzgadas por un mundo cruel.

Gastón Franz.

Su conejito especial, ese que saco de un lugar abusivo lleno de odio. Lo encontró maltratado, sin esperanzas, abandonado. Le ofreció un hogar y cariño. Él aceptó, era leal, servicial, tan devoto a su salvadora Amada...

Común y aburrido a los ojos de ella, una decepción para Amada Bell. Una vez logro tenerlo por completo, se aburrió rápidamente de su conejito especial, aun si este estuviera dispuesto a quemarse vivo por ella, le parecía aburrido. Gastón y su dependencia emocional ya no le causaban nada. Bastaba con una simple orden para dominarlo . Un beso en la mejilla lo ponía a sus pies. Ni siquiera su extraña obsesión con las manos de ella, le causaban intriga. El parcialismo no la motivaba a nada. Conocía de parafilias y la de Gastón la consideraba una de las más simples. Sentir placer al ver las manos de Amada era la condena de Gastón, eso y su dependencia habían marcado su estadía en el club.

Su segundo conejito: Camilo Rusk.

Ese conejito problemático sin control. Ella lo consiguió al borde del abismo de la muerte. Donde el mundo horrorizado vio un hombre dominado por los demonios de la ira, Amada vio algo fascinante. Convencerlo llevo alrededor de dos semanas, pero finalmente lo trajo a su club asegurándole que ahí nadie volvería a juzgarlo por sus arranques de ira, y así fue, Amada no lo juzgo, ni siquiera cuando le rompió el cuello a uno de los clientes.

Él era agresivo, impulsivo y violento.

Patético y aburrido a los ojos de Amada. Su TEI (Trastorno explosivo intermitente) paso de fascinarla a aburrirla. Sus arranques o episodios le daban igual. Torturarlo y verlo sangrar de ira no le causaba diversión como antes. Una decepción. Aun así, siempre estaba ahí para él, para en cargarse de las consecuencias de sus arrebatos. En ocasiones sentía ganas de acabar con la existencia de su conejito, pero, no lo haría, era suyo. Mientras cumpliera con su trabajo, Camilo seguiría bajo el techo del Royal Wishes.

Tercer conejito: Moka Sanz.

Su preciosa conejita. La saco de una relación tóxica, donde se le exigía ser delgada y perfecta. Amada la llevo al club y le mostró los placeres que podía experimentar sin importar el tamaño de su abdomen. Moka encantada se quedó.

Ella era bonita, dulce y leal.

Común y aburrida a los ojos de Amada. Moka rápidamente fue una decepción. No había nada nuevo en ella, era una chica bulímica con ombrofobia (miedo a la lluvia). La preocupación excesiva por su cuerpo y su miedo irracional, ya no provocaban nada en Amada. Cuando tenía atracones y luego vomitaba, solo le daban asco. Intento ayudarla, le aseguraba que era hermosa tal y como era, pero Moka no parecía aceptarse. Moka se fijaba en los hombres que obviamente no le convenían, fingía jugar a la chica lista que podía hacerlos cambiar, era ilusa, Amada le advirtió sobre Camilo, aun así esa tonta conejita no escucho, era cuestión de tiempo para que algo saliera terriblemente mal.

Cuarto y quinto conejito: Black y White Knorr

Ese par de conejitas captaron la atención de Amada una noche mientras visitaba un teatro. Una tragedia, algo que a los ojos de los demás debía ser un crimen, para Amada Bell, fue un motivo para tener a esas dos en su club. Atraerlas fue difícil, lo reconocía, un mes de manipulación, de estrategias para convencer esas mentes de que lo mejor era ella. Pero, todo fue más fácil cuando una acepto porque inmediatamente se ganó a la otra.

Ellas eran lindas, creativas y atrayentes.

Estúpidas y aburridas a los ojos de Amada. Dos putas decepciones. Lo que fue su interés por un mes se convirtió en algo simple, sin emoción alguna. Las gemelas tenían trastorno afectivo bipolar (TAB). Los altibajos emocionales o cambios de humor se volvieron una molestia para Amada. Pensó que había encontrado algo divertido en esas dos, sin embargo, no fue así. Las gemelas disfrutaban de ser tratadas como una, odiaban estar separadas. Si una caía la otra también. Si una reía, la otra la seguiría. Les gustaba bailar, ser vistas, exhibirse, un gusto por exponerse sin aviso a los demás. Desnudarse por completo sin anuncios en el escenario. Pudo ser emocionante, pero no. Amada quiso ayudarlas en sus episodios depresivos, maniáticos, en las noches donde era difícil dormir, no obstante, sus conejitas eran tercas con la medicina, por eso, eran castigadas.

Amada Bell quiso ayudar a sus conejitos, cuidarlos de forma un poco peculiar, pero ellos la decepcionaron, a pesar de eso, ella les mostró compasión dejándolos vivir, los trataba, los apoyaba hasta donde su paciencia se lo permitía. Sus conocimientos eran amplios, porque no solo ofrecía diversión en su club. En el último piso, ese que estaba debajo de las puertas de hierro donde se hacían realidad las fantasías, existía un lugar para tratar esos problemas mentales, buscar, aliviar a esas mentes dañadas. Podría decirse que Amada Bell había hecho del club Royal Wishes algo magnífico.

Quería diversión, quería algo que fuera interesante, y pareció encontrarlo después de tanto tiempo. Esperaba que no fuera otra patética decepción.

Amada Bell es una psicópata, dicen por ahí, no obstante, eso no importaba. Si ella estaba en tu mente ya le pertenecías.

Aunque, si deberías de preocuparte por mí.

Porque yo sé cómo funciona la mente de Amada Bell.

Y podría disfrutar de jugar contigo.

Mi querido conejito.

La oscura y dramática historia de Amada BellWhere stories live. Discover now