La fotografía

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Una semana en el club

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Una semana en el club. Cada día me pregunto ¿Cuándo saldremos?

Las personas ríen, beben y bailan en el club sin preocupaciones, sin miedo, no conocen las atrocidades que ocurren en el pasillo de abajo. En esas puertas de hierro hay gritos de dolor, gemidos de placer, sangre y tortura. No puedo ver de otro modo lo que sucede, no comparto ese pensamiento de Amada de que todo está bien aquí. Donde ellos ven diversión, yo solo veo crueldad, actos inhumanos, el lado despiadado de las personas.

No he podido dormir, me asusta de manera salvaje que en cualquier momento algo realmente malo nos pase a Vaden y a mí. Tampoco he tenido noticias sobre el paradero de tía Enola. La desesperación está haciendo de las suyas en mí, la presión en mi pecho se hace más fuerte y soportar las lágrimas se está convirtiendo en una tarea difícil

Cada que alguien grita, el corazón amenaza con salirse de mi pecho y las que han pagado las consecuencias de mis nervios han sido mis uñas. Las he mordisqueado hasta el punto de hacerlas sangrar, mamá me regañaría si pudiera observar el lamentable estado en las que se encuentran en estos momentos. Estoy cansada, mi aspecto es un claro ejemplo de eso, Moka se encarga de maquillarme cubriendo todo rastro de agotamiento. Quisiera tanto un abrazo de mi hermano, él y yo solo hemos compartido los pocos minutos que dura el desayuno. Nos mantienen ocupados limpiando el club, porque si algo que Amada no soporta es ver su club sucio o desorganizado. Necesito tiempo con alguien que conozco, alguien que no esté loco. Necesito escuchar a Vaden, necesito que me diga que encontraremos una salida y que todo estará bien, lo necesito a mi lado. Es mi soporte en los momentos difíciles, mi otra mitad, mi complemento. Sin él no puedo vivir en paz.

Las puertas del club permanecen cerradas. Es medio día y todos estamos concentrados en dejar el lugar reluciente, he perdido la cuenta de cuantas veces he limpiado las mesas, deben quedar como un espejo. El olor a desinfectante y cloro inundan cada rincón del club. Jamás había limpiado tanto en mi vida.

—Neferet — llaman dos personas al mismo tiempo.

Veo doble, dos chicas idénticas. Black y White, en los días que estado aquí, me he dado cuenta de que no hablan mucho, siempre están juntas y disfrutan desnudándose frente a las personas. Son talentosas bailando en el escenario, aunque creo que la mayoría de los clientes goza más de sus actos cuando llegan a la parte donde no tienen ni una prenda de ropa en su cuerpo. Poseen una belleza rara, una que te hace querer mirar el dolor en sus ojos. Como si murieran por confesar y sus labios estuvieran decididos a permanecer sellados para siempre. Me recuerdan a una lucha interna de emociones que fueron enterradas vivas y esperan salir en cualquier momento.

— ¿Qué sucede? — inquiero ante su silencio.

—Por favor, saca la basura — dicen juntas como si fueran una sola persona. Lanzan dos pesadas bolsas con un repugnante olor a mis brazos.

—Pero...— replico sin entender. Amada claramente expresó que me encargara de las mesas.

—tenemos que limpiar abajo, no las arrastres. — exigen dándose la vuelta.

La oscura y dramática historia de Amada BellWhere stories live. Discover now