roto

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Revisó su hora en el móvil; 3:36 PM

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Revisó su hora en el móvil; 3:36 PM.

Quizás sí llegó muy temprano a su salida con Souya, le había invitado a ir por helado, con la excusa de que Ran no podía ir con él a esa nueva heladería, aunque fue Ran quien le insistió que fueran los dos como hermanos...

Esperó ansioso que los minutos pasaran, desviaba su visión a las variadas tiendas alrededor, cosas simples y comunes del centro de Tokyo, ropa, zapatos, videojuegos, comida... Caminando nervioso por los sitios y revisando los mostradores, hasta que dislumbró una cadena en la vitrina de una galería tradicional. Era bastante linda, de eslabones pequeños y plateados, con una esfera pequeña que pareciera tener un cielo encapsulado, con nubes y todo. El efecto visual fue lo que le llamó la atención, pero aún más ver los diversos colores, no dudó en tomar la de color celeste y pagarla.

Una vez saliendo del lugar se percató de lo que acababa de hacer.

“—¿Por qué le compré esto?...—”

Lo guardó rápidamente en su bolsillo, nervioso por la romántica acción para nada propia de sí y volvió por donde vino, reconociendo de inmediato quien estaba a las afueras del lugar.

Vestía una polera simple de color gris oscura, una gran chaqueta de color verde musgo y unos jeans ajustados negros, con las características converse de un tono azul oscuro.

En cambio Rindō sólo fue con lo primero que tomó y no apestaba a sudor.

Souya lo reconoció y levantó un poco su mano. El rubio se acercó a él y revolvió su cabello como de costumbre.

—¿Te hice esperar mucho? Lo siento...— comenzó la marcha junto al más alto, entrando a la heladería.

—Para nada, llegué hace unos minutos...— Desvió su mirada hacia el menú en la pared, evitando mirarle mucho y sonrojarse.— ¿Qué sabor te interesa? Um.. Yo aún no me decido...— Titubeó.

—Oh... me gustan mucho los conos de helado... los de fresa y chocolate son mis favoritos.—

—Quizá sólo pida uno de tres leches.— Se dirigió a la caja.— ¿Entonces quieres un cono de fresa y chocolate?.—

Souya asintió.

—Bien... Eh, quisiera un cono de fresa y chocolate, y un cono de tres leches.— Sacó su billetera.

—Bien, ¿Tamaño normal o grande?.— La chica trás la caja anotaba el pedido.

—Eh... Souya ¿La quieres grande?.— Una risa infantil salió de sus labios.

Pareció no captar la broma así que sólo asintió.

Tomó la boleta y ambos subieron las escaleras hacia el segundo piso del local, escogiendo una mesa algo apartada, justo  al lado de la baranda de fierros blancos enredados de luces apagadas.

—Te ves bien... El color verde te sienta de maravilla.—

—Oh, es la chaqueta de Nahoya, me la prestó porque dijo que haría algo de frío afuera.— Sus mejillas tomaron algo de color.— Tú te ves muy lindo hoy...—

—G-gracias... tú también luces muy lindo... todos los días.— Ambos se quedaron mirando un momento, sintiendo la romántica tensión que no tardó en convertirse en pequeñas risas nerviosas.

Después de esperar unos minutos su orden llegó a la mesa en el segundo piso del local, la terraza tenía un aspecto bastante lindo, con plantas y enredaderas por las paredes de ladrillo.

—¿Qué tal está el tuyo?.—

—Bastante rico ¿Quieres?.— Acercó su cono a los labios de Rindō, quien rápidamente le dio una probada.

—Nada mal, pero el mío está mejor, ten, pruébalo...— Repitió la acción del peliazul.

Souya le dio una lamida, sacando a brillar la bolita de su reciente piercing, Rindō no quedó indiferente a eso, observando el cremoso líquido manchar un poco la comisura de sus labios y bañar su lengua.
Cerró sus ojos rápidamente, intentando evaporar todo pensamiento impuro.

“—Tranquilo Rin, piensa en la biblia...—”

—Oh, es bastante bueno el tuyo, pero sigo siendo fiel a la fresa y el chocolate.—

—Ah... sí...— Abrió sus ojos, aunque sus mejillas seguían ardiendo.

—¿Estás bien? Luces muy rojo ¿Te sientes mal?.— Tocó con su mano la frente del mayor.

—Ah, no... no, no... es sólo que...— Decidió sincerarse, sonriendo de lado y sacando su lado más seguro de sí.— Lamiendo el helado me recuerda a cuando me la chupas...— una risa traviesa salió entre sus labios.

El rostro de Souya no tardó en volverse totalmente rojo, pero notoriamente molesto se levantó de golpe y salió del sitio, bajando hasta el primer piso.

Rindō, confundido, fue rápidamente detrás de él, intentando alcanzarle, complicado por la cantidad de gente que se atravesaba, dándolo todo por no perderlo de vista, logrando divisarlo y alcanzarlo aunque eso significara empujar gente, logró seguirle el paso estando cerca de la estación de trenes.

—¡Espérame! ¡Oye!..— Tomó su brazo, deteniendo su paso.— ¿Qué te pasó?.—

—¿Sólo soy un cuerpo para ti?.— Murmuró, sin darse la vuelta a verle.

—¿Eh?... ¿De qué hablas?.— Aflojó su agarre, observándole desconcertado.

—Rindō, yo no soy ningún juguete sexual ni menos un pasatiempo... Deja de crearme ilusiones— Suspiró algo nervioso.— Lo he estado pensando, y.... Ya no quiero verte...— Su voz se notaba a punto de romperse, pero reanudó su camino rápidamente hasta la estación de trenes, desapareciendo entre la gente.

Las palabras de Souya fueron como varios cuchillos enterrarse en su pecho.

“—¿Qué...?—”

¿Así se siente un corazón roto? Tan ardiente y doloroso.... ¿Es normal que cueste respirar? Se sentía tan asfixiante ese nuevo sentimiento.

Un remolino de emociones desagradables, su pecho haciéndose cada vez más pequeño y unas extrañas ganas de llorar.

Quiso pedirle más explicaciones al menor, pero ya era tarde puesto que cuando pudo salir de su trance Souya desapareció de su vista.

“—No... por favor vuelve...—”

—”

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