humillarnos

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Apenas llegó a su casa se lanzó al sofá, intentando descifrar las palabras del menor, se sentía un imbécil total

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Apenas llegó a su casa se lanzó al sofá, intentando descifrar las palabras del menor, se sentía un imbécil total. Seguía sudando frío y su pecho aún ardía, sus pensamientos totalmente nublados entorpecían su capacidad de concentrarse, evitó a toda costa tener un ataque de rabia y destrozar los pocos muebles de su residencia mientras un desesperado llanto le ataca, realizando ejercicios de respiración logró contenerse y mantenerse a raya de sus intensas emociones.

Ran bajó las escaleras, observando a su hermano sentado en silencio sobre el sillon.
—Oh, Rindō ¿Qué tal te fue? ¿Disfrutaste abandonar a tu hermano por irte con otro?.— Hizo un llanto fingido, lanzándose desde atrás del sofá para quedar a un lado de su hermano.

—Haha... Horrible... La cagué... Lo arruiné y ahora me odia y... y...— Cerró sus ojos con fuerza.— Ya no quiere verme más...—

—Uf... ¿Qué estupidez hiciste?.— Su rostro afligido no se comparaba al del rubio.

—Le dije que... comiendo helado, parecía... ya sabes... y que me calentaba.— Ran asintió.— Y entonces me dijo... que él no era un juguete o un pasatiempo...—

Ran soltó una carcajada, observando a su hermano palmó su hombro.

—Buenas y malas noticias...— Se echó hacia atrás.— La buena es que también le gustabas, y la mala es que ahora ya no, y de paso te odia.—

—Tus putas palabras no ayudan.— Puso ambas manos sobre su rostro, apoyando sus codos en sus rodillas.

—Lo sé...— Sonrió de lado.— Pero nada está perdido hermano mío.— Cerró sus ojos y sonrió de lado.

—¿A qué te refieres?.— Se incorporó, mirando fijamente al mayor.

—¿No aprendiste nada de las novelas que solíamos ver con mamá?.— Abrió uno de sus ojos para observarle

—Corrección, las novelas que tú veías...—

—Como sea, en casos como estos, tu única salida es... humillarte por su perdón.— Juntó sus manos.

—Ya me estoy humillando al sentirme mal de romperle el corazón al mocoso que me rompió la nariz en el pasado...— Bufó dando un ligero grito.— ¡Sólo iba a cogérmelo para aumentarme el ego! ¡Ahora me tiene como quiere!... Soy tan patético...— Se tiró a un lado, haciéndose bolita y recostando su cabeza en las piernas de Ran.

—En efecto, eres patético, pero tranquilo, los hermanos mayores estamos para algo, escucha, sólo deb-.— El teléfono de Ran comenzó a sonar.— Ah, espera.— Contestó la llamada viendo que era de Nahoya y la puso en altavoz.— Hola cariño ¿Qué t-..?.—

—¡¿SABÍAS QUE TU ESTÚPIDO HERMANO SALÍA CON EL MÍO?!.— Sonaba realmente molesto desde la otra línea.

—Oh... Pues...— Comenzó a sudar frío.

—¡JÓDETE RAN, CON MI HERMANO NADIE JUEGA! TÚ Y TU HERMANO PUEDEN IRSE A LA MIERDA.— Nahoya cortó la llamada.

Ran soltó un suspiro pesado, tirando su teléfono a un lado. —Ah... Bien hermanito, en casos como estos, nos tocará humillarnos a ambos.— Acarició las rubias hebras del menor.

—Pero supuestamente él no te interesa...— Giró su cuerpo para verle desde abajo.

—Creo ser lo suficientemente obvio como para que te des cuenta de que él sí me interesa ¿De verdad no te pegaste cuando bebé?.— Llevó ambas manos a sus sienes, acariciándolas molesto.— Y bien... ¿Alguna idea para humillarnos?.—

Rindō cerró sus ojos y comenzó a idear algún plan, pero nada le era suficientemente bueno.

—¿Flores...?.— Susurró dudoso.

—Nahoya probablemente me las tire por la cabeza y me de una patada en los huevos.— Sonrió divertido.

—Souya quizás si me las acepte y por la vergüenza salga corriendo...— Imaginó su reacción, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.— ¿Qué tal una carta?.—

—La tomará y la romperá en dos frente a mi.— Suspiró algo más decepcionado.

—Souya la leería, pero el problema es que no sabría que decirle...—

—¿Y una cancion? Cantas muy lindo RinRin.—

—¿Y qué mierda le canto?.— Cerró sus ojos con fuerza, intentando relajarse.

“Antes que te vayas dame un beso~ sé que soñaré con tu regreso".— Comenzó a reir.

—... Las flores y la carta están bien para mi.— Golpeó con sus dedos la frente de Ran.— ¿Y tú que planeas?.—

—Lo que sea Nahoya va a rompérmelo en la cara...—

—Ah, somos realmente patéticos por buscar el perdón de un par de algodones.— Sonrió divertido.

—El patético eres tú...—

—

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