Límite Difuso

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  En medio de un sueño realista intentas pensar pero tus ideas son incoherentes y desordenadas.
 Lo que ocurre es que la experiencia total está dándose dentro del mismo reino de las ideas.

 Cuando el sueño comienza a transformarse en pesadilla deseas con todas tus fuerzas evitar experimentar esa horrenda realidad aparente. En ese desdibujamiento de la realidad y tus posibilidades ante ella, en ese quiebre te das cuenta que tu situación es imposible y que por lo tanto se trata de un simple sueño, una ilusión. Voy a despertar, te dices; voy a despertar. Luego de repetírtelo un par de veces y hacer un poco de fuerza como desposeyéndote de una entidad invasora abres los ojos. El cambio de sensaciones es tan radical que el alivio es inmediato: tan sólo soñaba, nada ha ocurrido conmigo.

  Imagina tratar de visualizar tu futuro y obtener ese mismo desalineo, ese caos de cuando duermes, y justo cuando estás al borde del llanto por no entender lo que tienes enredado entre tus manos te dices "voy a despertar". "Voy a despertar". Nada sucede. "Voy a despertar": y la confusión en lugar de desvanecerse en ese abrir de ojos clave se potencia, pues tus ojos yacías abiertos y tan sólo estabas parpadeando. Y en los ínfimos intersticios de cada choque de tus párpados deseas una y mil veces encontrar el error, la prueba de que nada es real; que el tiempo se congele, que se dé el absurdo. Pero todo resulta irrevocablemente real, aunque insípido.

 Todo; y el absurdo más grande es cruentamente lógico. Forzar tus ojos a permanecer abiertos para mantener a raya a los monstruos de tus pesadillas deja de ser un método efectivo: ¡tus monstruos alcanzaron el otro lado! Entonces es cuando sólo resta saltar el muro, intercambiar puestos.

  Vuelves a cerrar los ojos con calma y en ése despojo en el que tu conciencia va pereciendo te repites: "no voy a despertar. No voy a despertar".

De la Carne Blanda y el Alma ResecaWhere stories live. Discover now