Psiquiátrico

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  Me pregunto si seguirían viéndome con estima si conocieran mis etiquetas. Seguirían respetándome si supieran que en lugar de la palabra "retraído" algunos utilizan "esquizoide" ? O que en vez de "tímido" se es "fóbico"? Podrían confiar en mi juicio si supieran que unas descargas recorren mi cuerpo como patadas de un enchufe en este momento, y que están agotando mi cabeza? Ese zumbido no cesa. A veces simplemente exploto en llanto mientras agarro la piel de mi rostro o mi cabello como si quisiera desrpenderlos de mi cráneo. Escuchar sobre intimidades sexuales de personas que aprecio me resulta insoportamblemente doloroso; no puedo quitar esas imágenes depravadas de mi mente y podría abrir mi cabeza y deshacerme el cerebro con los dedos con tal de detenerlas. A veces detesto tener un cuerpo y que otros puedan imaginar cosas con él. Desearía arrojarlo en un pozo y enterrarlo para que nadie lo pudiese tocar, o tener en sus mentes siquiera. Por suerte fui creado por un laboratorio y no por sexo. Soy antinatural.

  El cabello es más seductor que un cuerpo desnudo; libre y flameando. No entiendo la necesidad exacerbada de ver dibujos o lecturas pornográficos. Qué tiene de fantástico invadir y ser invadido?

  Hay un puñado de arena, sin fin de actividades como granillos en ella que deseo a hacer y otros tantos sueños diurnos que me mantienen flotando, pero fantasear con mi propia muerte es mi favorito. Intensifica las ganas de arrancar mi piel de los huesos para poder dejar de sentir, pero a su vez es reconfortante. Podría escapar cuando quisiese. Lástima, soy hemofóbico.

  Dicen que soy agradable, sin embargo soy el psiquiátrico. Si no tomo esas pastillas no paro de pensar en abrirme la cabeza contra una pared, o saltar desde ese bonito edificio abandonado que veo desde mi habitación. En esos días me gusta cruzar la calle con los ojos cerrados; lo hago con una sonrisa tarareando una canción. Colecciono semillas de manzana de todas las mañanas para un día averiguar cuántas pueden matar a un humano. Pruebo atarme cosas al cuello y ver de qué se trata la asfixia. Cuando estoy solo me acaricio el cuello con la cuchilla de la cocina y la apunto directo a mi estómago; hago la mímica del harakiri. Me aflige que justo llegue alguien a casa e interrumpa esos pensamientos y experimentos, aunque tal vez en realidad me siento salvado.

De la Carne Blanda y el Alma ResecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora