Capítulo cuarenta y ocho

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Cuando vuelvo a casa el tercer día del año, no hay señales de que alguien haya entrado, aunque sé que Félix entró, al igual que quien envía los anónimos.

He conversado con Tamara y Andrew todos los días desde Navidad por videollamada, pero de Félix no he tenido noticias. Me pregunto si querrá hablar conmigo. Sinceramente, las ganas de follar con él han menguado muchísimo después de todo lo que pasó.

En Nueva York tuve sexo fantástico con algunos conocidos y eso me llevó a pensar que tal vez Félix no sea el que mejor me lo ha hecho. O tal vez sí. Me cansa sólo pensar en ello.

El celular que empieza a sonar me devuelve a la realidad.

Estoy tirada en la alfombra de mi habitación, con las maletas a medio desarmar sobre la cama. Un poco de ropa se ha caído mientras intentaba hacer que todo lo que compré de viaje entrara en mi armario y mi celular está sepultado bajo una caja de tacones a mi derecha. Me arrastro hacia él y respondo tras ver que es Andrew.

—Buenos días.

—Hola, Melody. —Suena tenso, al igual que ayer cuando le dije que volvería a Spring Valley—. Supongo que ya has llegado a casa.

—Sí, estoy desarmando las valijas —digo mientras le echo una mirada irónica al trabajo a medio hacer—. Bueno, en realidad estoy procrastinando ligeramente respecto a las valijas.

Escucho su risa delicada al otro lado de la línea. En la escuela, ríe a carcajadas y buscando llamar la atención a como dé lugar. Con Tamara, y últimamente también conmigo, se quita la máscara de chico insoportable que nombra Victor a su pene y es casi normal. Me hace acordar un poco a Chris: vergonzoso y delicado en casi todo lo que hace. La diferencia entre ellos es que mi hermano no podría simplemente fingir ser quien no es. Andrew sí puede, aunque Tamara y yo sabemos que las cosas que dice en el día son las que le hacen morder la almohada de noche, en un esfuerzo vano para "mantener su hombría".

Aún no he descifrado qué siento por él. Ni por Tamara, pero con ella todo es más simple: me odiaba porque estaba celosa, cuando me conoció un poco más decidió que no valía la pena pelearse conmigo por un chico y ahora le caigo bien. Para mi sorpresa, la cosa resultó ser mutua. No es como si yo la conociera mucho, pero debo confesar que me parecía bastante mala leche, por decirlo de un modo. Sin embargo, tenemos varias cosas en común, como nuestro amor por la música, la ropa y, quién lo diría, el sexo.

Durante mis días en Nueva York, ella repentinamente me llamó para preguntarme sobre mi vida sexual. Decir que quedé perpleja es quedarme corta; tuve que sostenerme la mandíbula para que no se estrellara contra el piso. Cuando ella explicó el por qué de la pregunta todo tuvo sentido: en una tarde de noviembre que ella había aprovechado para comprar de antemano los regalos navideños con su madre, se topó con el chico que había fingido ser de nuestro colegio para casi conseguir que nos dejaran fuera de la competencia de canto de Halloween. Cuando me lo contó, tardé un rato en atar cabos porque había olvidado completamente la existencia de ese imbécil, pero ella lo recordaba muy bien. Al parecer, él hizo un comentario sobre la competencia cuando la vio y ella le dijo algo no muy agradable que me llenó de orgullo. Después de pelearse verbalmente un rato, él claudicó y le pidió disculpas. Más tarde, consiguió su número de celular y le pidió una cita.

—Llevamos saliendo alrededor de un mes y medio —confesó Tamara—. No se lo he dicho a nadie aún, eres la primera.

—Y me cuentas todo esto porque...

—Porque quiero que... Tú sabes. —Vi cómo se ponía roja a través de la pantalla de mi computadora—. Quiero que llevemos la relación al siguiente nivel pero tengo miedo.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Where stories live. Discover now