Capítulo uno

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Un mes antes...

Si pudiera, volvería a dejar pelada a Tamara Rhodas, que ahora está gritando y llorando en el cuarto de al lado, probablemente le acaban de dar un espejo.

Técnicamente, no la dejé pelada. Simplemente tomé una tijera y ataqué su amada cabellera a tijeretazos... en medio de la clase de inglés. Ella empezó la disputa al acusarme de robar su lapicera favorita y yo me defendí dejándola casi sin pelo. Sí, ambas tenemos diecisiete años, aunque hoy no lo parezca.

Por eso estoy aquí, sentada en el suelo del pasillo que lleva a las oficinas de Administración del colegio. Nunca supe bien por qué un colegio de quinientos alumnos necesita un sector exclusivo para administrarlo, pero tampoco es un tema que me quite el sueño.

Los gritos de Tamara, puros insultos dirigidos a mí, se hacen más fuertes cuando la puerta de la oficina en que la encerraron se abre. Sale mi profesora de inglés, Spencer Johnson, que no duda en fulminarme con la mirada al verme sentada con las piernas abiertas en el suelo de laja. Tamborillea con los dedos sobre un libro de actas que lleva en brazos, sin duda ha hecho un acta sobre mi comportamiento y el de Tamara.

-Vecchio, acompáñeme dirección -no hace ningún intento por ocultar su desprecio-. Y acomódese el uniforme, por favor.

Me levanto de un salto y aliso un poco la pollera del uniforme escolar, aunque sé que ella no habla de las arrugas.

Como el uniforme escolar es horrible (una camisa gris, un blazer verde oscuro y una falda plisada a cuadritos verdes y grises), me tomé la libertad de darle unos... toques personales: ahora la camisa tiene flores negras bordadas en el cuello; el blazer tiene tanto los botones como un reborde de color plateado; y la pollera quedó a menos de la mitad de su tamaño original. Miss Puritana, también llamada Spencer Johnson, no puede tolerar que mis piernas estén a la vista. Bueno, casi a la vista, porque como en el código de vestimenta decía textualmente "medias azules al menos hasta las rodillas", me decidí por unas que me llegan justo hasta la mitad del muslo, donde termina la pollera. Y tampoco se puede culpar a Johnson por odiarme, ya que ella fue quien diseñó el uniforme con la idea de que todos estuviéramos iguales y no llevásemos ropa "indecente" al colegio; y aquí llego yo, vistiendo el uniforme escolar y pareciendo una prostituta de esquina.

Por suerte, ella me ignora durante todo el camino al despacho del director, y tengo tiempo para pensar en lo que me espera. No creo que me expulsen, al fin y al cabo, no le arranqué el cuero cabelludo a Tamara, simplemente le di un corte de pelo más... novedoso. Pero seguro que eso cuenta como ataque o algo así en el código de conducta, por lo que no creo salir impune de esta.

Todo depende de la personalidad del director, de cuánto se deje influenciar por Johnson, y de qué tanto le guste yo. Usualmente los hombres caen rendidos a mis pies, pero ha habido excepciones.

-Llegamos -dice ella con aire triunfante mientras se para al lado de una puerta de madera roja. Lo interesante de este colegio es que todas las puertas son diferentes y únicas... a su modo.

Johnson me mira expectante, vaya a saber uno qué quiere que haga. Como me trajo hasta aquí, supongo que la puerta da a la dirección, así que sujeto el picaporte y abro la puerta de un tirón sin pensarlo dos veces.

-¡¿Qué haces?! -Johnson jadea detrás mío y me vuelvo para mirarla. La expresión expectante ahora es de puro terror.

-¿Nadie te enseñó a golpear la puerta, niña?

Esa voz grave e intimidante hace que Johnson comience a temblar y que mi cuerpo se paralice un momento antes de empezar a bullir. Es, definitivamente, la voz más masculina y sensual que he escuchado en la vida.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Where stories live. Discover now